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A Dios le encantan las familias que son, no las que funcionan

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Santi Casanova - publicado el 06/09/16

En una ocasión leí en un libro que la familia era el lugar donde las cosas, por definición, no funcionan. Recuerdo que me entusiasmó leer eso de un escritor, filósofo, católico, especialista, formado y con sentido común. Era una manera muy osada y atrevida de decir algo de lo que normalmente queremos escondernos. Yo estoy de acuerdo. Por eso es lugar privilegiado para vivir y experimentar la misericordia, por eso es vehículo de salvación y tabla de crecimiento personal.

Si tú eres de esos que piensan que lo único que cabe en una vida es el placer, la diversión, el orden, el ocio… pues lo siento, la familia no es lo tuyo. Tú la tuviste y, o te has olvidado, o reniegas completamente de lo aprendido.

Si, por el contrario, eres de esos que piensan que una familia católica, apostólica y romana es aquella en la que los cónyuges no se tiran los trastos a la cabeza alguna vez, o que los hermanos no discuten y riñen, o donde el desorden no tiene cabida, o donde siempre reina la felicidad y la alegría, o donde se reza el Rosario a todas horas, o donde no existen ni móviles, ni redes, ni pokémons, ni fracasos ni tentaciones, ni torpezas, ni heridas… pues lo siento, la familia-ficción es lo tuyo, el concepto, la idea, la fachada… pero no la familia real, humana y pecadora.

Pero a lo mejor tu familia es como la mía. Es una familia que a veces piensas que se te va de las manos, que no puedes controlar; una familia que te hace dudar de si lo has hecho bien, por la que das días y noches, por la que te desvives y a la que amas… pero que muchas veces miras con ganas de que, en ella, algunas cosas funcionen mejor. A lo mejor tu mujer o tu marido son maravillosos, como la mía, pero a veces te cuesta entenderla, a veces te hiere, a veces tú sientes que no lo pones en el centro y que te dejas llevar por tus necesidades y egoísmos. A lo mejor tus hijos son encantadores, tesoros, como los míos, pero los miras y tienes miedo de no acertar con ellos, de no darles lo que necesitan  y no te dicen; a veces te gustaría que sus habitaciones estuvieran más ordenadas, que se hablaran en mejor tono y que captaran de Dios en sus pocos años lo que tú has captado en los tuyos. A lo mejor en tu familia, como en la mía, se escapa algún grito que otro, se palpa el estrés por momentos, se cena pizza alguna noche porque se ha dado fatal el día, se reza menos juntos de lo que te gustaría, se intenta seguir viviendo aspectos que parece que no dan llegado como tú sueñas…

Y, pegado al Sagrario, o en la oración de la noche, ya en la cama, sólo queda decirle al Señor que esto es lo que hay, que es su proyecto, que estamos en sus manos, que somos así, una pandilla de imperfectos que lo seguimos intentando una y otra vez. Yo siento, a veces, que el Señor se ríe y que, en el fondo, está satisfecho con mi familia, bastante más que yo. Seguro. Entonces me relajo y pienso que Él llega donde los demás nos acercamos. Y la paz se instala en el corazón. Porque la familia no es un lugar donde las cosas “funcionan” sino donde las personas “son”…

Un abrazo fraterno – @scasanovam

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