El número de boletos para asistir a los encuentros con el Papa en su viaje a México está perfectamente delimitado. La Conferencia del Episcopado Mexicano dio a conocer el número de boletos: 882,225. Ni uno más.
Pero eso no es obstáculo para agencias de “papatours” que han surgido en el país y en países vecinos, engañando a clientes con viajes todo incluido para ver al Papa, participar en alguno de sus eventos y, en una de ésas, hacerse un “selfie” con Francisco.
Lo curioso es que los boletos ni están a la venta ni se pueden conseguir por ninguna otra vía que no sea por alguna de las 93 diócesis que componen la Iglesia en México. Son todos gratuitos, numerados, foliados, con cuatro candados para evitar falsificaciones y específicos para los lugares que visitará el Papa. Nadie podrá usar el mismo boleto para acudir a dos encuentros.
Ciertamente, los boletos son pocos para la cantidad de personas que querrían estar al lado del pontífice argentino. México es un país con casi cien millones de católicos, todos guadalupanos y, con Juan Pablo II, la mayor parte de ellos genuinos admiradores del Papa. Pero la lógica de Francisco es la de ir a los lugares olvidados.
Está proponiendo un “modelo” de las visitas papales: tocar las llagas de Cristo en los pobres, en los descartados. Ir a las periferias. Pero de eso no se enteran algunas agencias de viajes. Ni los incautos.