Ayer mi marido y yo fuimos a ver una de las mejores obras de teatro que hemos visto juntos. De hecho, diría que la mejor que hemos visto juntos.
“Incendios” es el último trabajo del director Mario Gas, basado en un guión del canadiense de origen libanés, Wajdi Mouawad, que protagonizan entre otros la grandísima Nuria Espert.
Del sinsentido de la guerra, la desesperación y del amor. De la necesidad de conocer las raíces, de entender los silencios de una madre y de cómo la educación cambia la vida de las personas. De todo ello habla esta obra de teatro, con la que en más de un momento se me saltaron las lágrimas.
También me entraron ganas de llorar con la actitud del público.
Hacía tiempo que mi marido y yo no íbamos al teatro, pero no recuerdo algo así. Y mucho me temo que la cosa va a ir a más.
A pesar de las advertencias al comenzar la obra, los teléfonos no dejaron de sonar. Los “silbiditos” de las notificaciones y las distintas melodías fueron una constante a lo largo de las tres horas que duró la obra. Una vergüenza. Gente chistando a otra gente, personas contestando a las llamadas mientras salían del patio de butacas teléfono en mano y hasta un “¡gilipollas!” de alguien que no supo reaccionar mejor ante tanta falta de saber estar. Todo eso mientras Nuria Espert se enfrentaba a uno de los momentos más sublimes del guión y hablaba de cómo es el amor lo que encontramos en el origen de la vida.
En medio de este espectáculo recordaba el taller de redes sociales del que os hablé en el anterior post, y en el que padres e hijos nos juntamos en una sesión práctica muy enriquecedora para resolvernos dudas unos a otros. Me pregunto con qué autoridad vamos a hablar de autocontrol y medida a los adolescentes si nosotros mismos no somos capaces de guardar la compostura en un contexto que exige tanto respeto.
Mucho me temo que el tema se nos está yendo de las manos. No es realista apuntar solo hacia la despreocupación o la falta de criterio de los jóvenes. Que cada uno piense si la “relación” que tiene con su teléfono móvil o su ordenador está más cerca del uso o del abuso. O si prioriza el encuentro personal o la permanente conexión. Solo con un poco de autocrítica dejaremos de hacer el ridículo en una sala de butacas, podremos aportar criterio y ser un buen ejemplo para nuestros hijos. @amparolatre