El curso ha sido intenso. Quizás por eso ha pasado volando. En apenas unos días nos toca cambiar el chip y pasar de tener la vida organizada al minuto, a ver duplicado, triplicado y hasta cuatriplicado nuestro tiempo de ocio. O mejor dicho el suyo, el de nuestros hijos.
Y este cambio, todo los años exige un ajuste por nuestra parte. Para cambiar de chip a nivel familiar, pero también a nivel personal. Para mí el tiempo de ocio va asociado no tanto a hacer determinadas cosas, como a una manera deferente de estar: más relajada, menos pendiente del reloj, con más ganas para improvisar…
Por supuesto ese cambio de actitud y disposición por mi parte conlleva actividades diferentes. Y lo mismo les sucede a mis hijos.
Ellos sin embargo, tienen casi tres meses de parón durante el verano y lo que a los adultos se nos hace corto, a ellos puede hacérseles largo, sobre todo las semanas en las que ellos tienen vacaciones y nosotros trabajamos. Por eso ahora toca diseñar estos meses de impás dando espacio y tiempo para que se aburran (algo muy saludable), pero también invitándoles a que descubran aficiones nuevas y hagan aquello que sabemos que les beneficia y que a la vez van a disfrutar.
Un año más, cuando me enfrento al “diseño del verano” me doy cuenta de lo diferentes que son y lo distinto que ha transcurrido el curso para cada uno. Ángel de doce años, apasionado del baloncesto y la magia, necesita el ejercicio físico como respirar. Está en una edad en la que pensamos que es bueno que descubra aficiones con las que poder aprender y entretenerse porque de lo contrario ya sabemos lo que le pide el cuerpo: pantalla. Así que hemos buscado un campus de baloncesto para los primeros días de vacaciones y un campamento mixto con inglés (que nunca viene mal), un poco de robótica (es su primera incursión en la materia, así que veremos a ver) y la dosis de piscina de rigor.
Su carácter y sus necesidades no son las de Irene, de 9 años y con una creatividad arrolladora. Nuestra mediana lo que necesita es tiempo para desarrollar todas esas ideas que tiene y para las que no encuentra el momento durante el curso. En su caso hemos optado por no buscar nada fuera de casa. Más tranquila que el mayor, hará de su habitación su mundo y santas pascuas. Este vídeo que vi hace unos días le ha fascinado y ya ha decidido que dedicará parte del verano a hacer algo así. Os recomiendo que le sigáis la pista a Nuria Pérez Paredes, porque tiene ideas fabulosas para desarrollar con los niños.
Nuestra Sarita (tres años) quiere ir al parque y a la piscina todos los días. También quiere ir a la biblioteca y que hagamos un pícnic todos juntos. Pues intentaremos complacerla.
Pero el tiempo de ocio no está solo para mirarse el ombligo. Este es uno de los retos que como familia tenemos ahora mismo. El verano constituye también la ocasión no solo para pensar en este idea, sino para concretarla. Son meses en los que cambia la rutina, pero las necesidades y las soledades de nuestro entorno siguen estando ahí. Aprovechemos para entrenar la actitud contemplativa, descubrir qué está pasando a nuestro alrededor y decidir qué podemos hacer nosotros.
Yo, como os decía, tengo ganas de estar de otro modo, de dejar las prisas a un lado y de que disfrutemos los cinco juntos haciendo cosas sencillas. @amparolatre