No sé si os lo había dicho ya pero entre otras cosas soy «caza escenas». Escenas de todas esas cosas que me hacen sentir bien, que me cargan de energía y me ayudan a sonreír.
No cuesta tanto cazarlas, solo hay que estar atento.
Hoy ha sucedido a primera hora del día.

Estaba en el colegio haciendo unos trámites después de desear un buen día a mis hijos, cuando ha llegado un padre amigo con su hija. No venía acelerado, ni metiendo prisa, sino tranquilamente caminando.
Hemos cruzado un par de palabras, mientras se despedía de su hija, pero ella le ha dicho algo entre dientes y él se ha agachado, se ha puesto a su altura y ha intercambiado un par de frases con ella. La escena me ha parecido de lo más tierna; me ha encantado. Y me ha inspirado.
Los niños libran muchas batallas cada día en el colegio; algunas igual o más duras que las que nos esperan a nosotros en la oficina y a menudo les despachamos deprisa y corriendo en un momento en el que necesitan ante todo que les transmitamos confianza. A juzgar por la escena, creo que mi amigo ha sabido hacerlo.
Se puede; y cada uno debe encontrar el modo de lograrlo. Por ellos y por nosotros, que podemos encontrar en estas escenas cargadas de ternura una inyección de vitalidad. No creo que mi amigo haya sido consciente de lo que me ha hecho pensar su despedida matutina. Es importante que sepamos que, en la vida, cada momento cuenta. @amparolatre