Hacía mucho tiempo que no me examinaba de nada, pero esta tarde he recibido un merecido «cate» de parte de «mi benjamina.
Y ha sido un suspenso merecidísimo. No he acertado ni Pocahontas, ni Mulán, ni Jasmin. Y he confundido a «La Cenicienta» con «La Bella durmiente». ¿Cómo he sido capaz? Por no hablar de mi desliz con Elsa y Ana. Intolerable.
Menos mal que media hora después me ha hecho una recuperación y he sacado un diez redondo. Olé.
A media tarde la chiquilla ha venido a la cocina con cara de «tengo una idea» y mientras yo hacía la cena ella me ha sometido a un tercer grado sobre princesas. He tenido que hacer un esfuerzo por parecer interesada en la materia, porque jamás me atrajo el mundillo regio cuando tenía su edad. Y claro, he fallado más de la mitad.
«El camión de la basura», es decir «mi adolescente favorito», ha aparecido también en la cocina, para ver qué podía merendar en segunda convocatoria, de lo que habíamos dejado el resto de la familia. Rendido a los encantos de su hermana pequeña, se ha dejado examinar también y ha superado la prueba, para mi sorpresa.
Hoy hablaba con una amiga sobre la misión con la que cada hijo viene al mundo. La de Sara claramente es la de curarnos a base de ternura, a los que malvivimos a su alrededor con prisas y malos rollos acumulados.
Ella es la mejor medicina para la convivencia en casa, en la que sobrevivimos a las adolescencias de los mayores gracias a exámenes de princesas como el que «mi benjamina» nos ha hecho esta tarde.
Hay que ver. Con lo poco que me han gustado siempre los catálogos de juguetes y el uso que le estamos dando este año. @amparolatre