No sucede todos los días, pero cuando mi profesión me brinda la oportunidad de escuchar a personas como al médico Carlos Arriola o a la misionera Victoria Braquehais, me siento muy afortunada.
Afortunada porque escuchándoles me entran ganas de luchar y se me quitan las de quejarme (un vicio muy occidental al que estamos demasiado enganchados). Y porque hoy más que otros días, siendo altavoz de su mensaje recuerdo el sentido de esta profesión.
Les he conocido en la presentación de la Campaña contra el Hambre de Manos Unidas. Ella pertenece a la Congregación de Pureza de María y acualmente vive en la República Democrática del Congo. Como ha explicado, es el peor país para nacer mujer. En la zona en la que ella vive, 9 de cada 10 niñas no pueden ir a la escuela porque tienen que cuidar de los hermanos pequeños, ocuparse de la casa, pero sobre todo porque dos veces al día tienen la importante misión de ir a por agua. Es el agua lo que impide a todas esas niñas (como mi hija Irene) tener una formación que les ayude a valerse por sí mismas o a defenderse de quienes quieran manipularle. Y es en estos trayectos, que deben hacer solas y desprotegidas, en los que muchas de ellas son violadas (niñas como mi hija Irene).
Por suerte aún no me he acostumbrado a dar estas noticias (espero no hacerlo nunca).
“Plántale cara al hambre: Siembra” es el lema de la campaña de este año, que nos interpela a todos y con el que Manos Unidas inicia un trienio en el que trabajará de manera especial para que disminuya el hambre en el mundo y para reforzar el derecho a la alimentación.
Sobre esto último se ha centrado Carlos Arriola en su itervención. Médico en Guatemala, con una mezcla de energía y enfado ha afirmado con rotundidad que urge salir del ciclo de la desnutrición, porque en su país casi el 50% de la población la sufre. De manera que los niños crecen desnutridos con un alto índice de retrasos físicos e intelectuales a causa de la mala alimentación. Las niñas crecen, se casan y se quedan embarazadas en condiciones de malnutrición, manteniendo así un círculo de pobreza que parece inevitable.
Ambos han alabado la manera de trabajar de Manos Unidas, que tiene en “socios locales” como Carlos y Victoria sus mejores aliados junto con una amplísima red de voluntariado que demuestran que la gratuidad y la solidaridad es la manera de cambiar las cosas.
En los próximos días en los colegios de nuestros hijos celebrarán actividades para apoyar la campaña de esta ONG católica, como la jornada del ayuno voluntario, prevista para el próximo viernes y a la que se sumarán muchos niños desde edades tempranas. Que todavía hoy haya ochocientos millones de personas víctimas del hambre es una vergüenza. No podemos mirar para otro lado. Aprovechemos la campaña y los materiales de Manos Unidas, para sembrar también en casa e intentar que nuestros hijos crezcan con una mayor conciencia social. Bonita forma de comenzar la Cuaresma.