No hay forma de amortiguar el golpe que siempre supone el final de curso. Da igual que lo tengas todo bien organizado o que busques apoyo logístico extra. Este mes de colegio que nos queda es de lo más “achuchado”.
Ayer por la tarde me entró la risa al escuchar a una madre decir: “¡traen papel!”.
Era una mamá embarazada (del tercero). Estaba detrás de mí esperando a que saliera su hija, pero los que iban llegando, efectivamente, “traían papel”. Es decir, notita de la maestra con alguna indicación. Son las temidas circulares, que no piden nada del otro mundo. Un día una foto, otro un disfraz, otro una bolsa…
Lo que sucede es que estamos a mediados de mayo y a las circulares de los peques hay que sumar las de los mayores. Esta mañana, cuando salíamos de casa mi hijo mayor me ha recordado que tengo dos por firmar e Irene que no me olvide de que mañana tiene que llevar un tornillo.
Y a las circulares hay que añadir los festivales y exhibiciones varias de las actividades extraescolares. Sin olvidarnos de los cumpleaños, que se acumulan a final de curso.
En fin, que no solo se pone a prueba una vez más nuestra elasticidad y capacidad de coordinación en casa, sino nuestra memoria. Yo como tengo el “disco duro lleno” y apenas retengo información, lo apunto todo en el calendario de la cocina. La cuestión es que no quedan muchos blancos.
Ayer además, después de explicarle una vez más a Irene los números romanos y comprobar que no terminaba de hacerse con la lógica, decidí completar el calendario añadir en cada casilla la numeración romana. Cuando ella se sentó a cenar y vio lo que había hecho se echó a reír.
El calendario es un buen aliado para muchas cosas. Este año además he comprado uno con frases bonitas y motivadoras. De manera que siempre que lo miro para recordar lo que tengo que hacer, leo también cosas como que “todo es complicado hasta que empieza a ser sencillo” o “dale a cada día la posibilidad de ser el mejor”. Y oye, todo ayuda.
En fin, que hoy quería mandar un poquito de ánimo en la recta final del curso. Yo intento delegar en los propios niños en la medida de lo posible, simplificar al máximo los día, bajar el listón de autoexigencia y buscar momentos sencillos que me transmitan relax, en medio del trajín diario.
Y respecto a esto último, os hago una confidencia que a mis hijos les hace mucha gracia. Lo confieso: me relaja ver a los dependientes de las tiendas envolver un regalo. Sí, sí, podéis reíros o pensar que estoy perdiendo la cordura, pero es así. He comprobado que lo suelen hacer despacio y con mucho esmero. Así que últimamente cuando voy corriendo a comprar algo para mis hijos, para mi marido o para mí (unas zapatillas, una camiseta, bañadores…), pido que lo envuelvan, aunque no lo necesite. Me doy el gusto después del acelere, de quedarme mirando. Seguro que puedes pensar en algo de este tipo, sencillo, fácil, a tu alcance que en cuestión de segundos te transmite bienestar. Mirar por la ventana, mojarte la nuca, ponerte colonia o tomarte un refresco mientras cocinas puede funcionar para coger fuerza y encarar lo que queda de jornada con un pelín más de energía.
Lo dicho, que mayo es “muy achuchado” y hay que buscar remedios caseros para contrarestar el estrés. ¡Ánimo! @amparolatre