Sexting, grooming, ciberbullying, violencia en definitiva. En los últimos años los padres hemos tenido que familiarizarnos con esta terminología, mientras nos damos cuenta de que no tenemos las herramientas para enseñar a nuestros hijos a protegerse.
Cuando nos planteamos comprarles un móvil o una táblet, deberíamos plantearnos también hasta dónde estamos dispuestos a llegar nosotros en todo lo que tiene que ver con la supervisión, control y acompañamiento de nuestros hijos en el manejo de de la tecnología.
Los que me seguís ya sabéis cuál es mi postura en este sentido. Acompañamiento (muy de moda actualmente, muy políticamente correcto), por supuesto que sí. Pero en mi opinión control y prohibición, según qué edades también.
Para mis hijos quiero lo mejor y cuando sé que lo mejor es que jueguen en la calle con otros niños o en casa con sus juguetes y sus hermanos, es esto lo que favoreceré. Sé que el futuro les va a llevar inevitablemente a estar mucho tiempo delante de una pantalla, pero en este momento de su desarrollo eso ni es lo mejor, ni es necesario. Por lo tanto, prohibir también. Sin complejos. Independientemente de lo que haga la mayoría de amigos y familias del entorno.
No es cierto que vayan a quedarse atrás o atrasados si no manejan un móvil o una táblet a la prefección a los diez años. Aprender a utilizar una aplicación o un programa es rapidísimo. El verdadero reto es formar el criterio y darnos cuanta como padres de si nuestros hijos tienen la suficiente madurez y autocontrol para utilizar correctamente y sin un adulto al lado un móvil o una táblet.
En la segunda entrega del podcast de COPE “Hablar en familia” (última proyecto radiofónico en el que me he embarcado), Juan Carlos Nieto, profesor de Periodismo Especializado Universidad CEU San Pablo explica que no existe la herramienta que nos avise de que nuestros hijos se están metiendo en un problema.
Este profesor anima a que los padres instalemos métodos de control parental en móviles y ordenadores (65% de hogares conoce el control parental pero solo un 11% lo utiliza según datos de la Comisión Nacional de Mercados y la Competencia), pero también advierte que son sistemas con carencias. Y sobre todo son herramientas que nos informan a posteriori de la actividad de nuestros hijos, siempre que dediquemos tiempo a leer los informes que este tipo de aplicaciones nos mandan a los padres vía mail.
Vamos, que tanto el acompañamiento como el control requieren tiempo, esfuerzo y ante todo un comportamiento ejemplar por nuestra parte. Que nadie piense que es algo que puede hacerse a distancia o delegarse exclusivamente en un programa informático.
Cuesta tiempo, esfuerzo diario y también dinero, porque estos sistemas tienen un coste. Pero es necesario. Más aún si tenemos en cuenta que la generación a la que se somete a control sabe mucho más que la que tiene que ejercer esta supervisión.
Con niños de 13, 10 y 5 años sé perfectamente de lo que hablo. El cuerpo les pide pantalla a los tres a todas horas. Pero… ¿sabéis cuáles han sido los regalos estrella de esta Navidad? Un patinete scooter en el caso del mayor, una entradas para un concierto en el caso de la mediana y en el caso de la pequeña “ojos” para pegar en los dibujos y ropa para vestir a su muñeca.
Con los dos mayores las conversaciones en torno a lo que sucede en redes son ricas ricas, pero también he de decir que las principales discusiones que se generan son por el uso del móvil (en el caso del mayor) o el tiempo que pueden estar viendo vídeos en el ordenador. Es decir, si queremos ser responsables como padres tenemos que saber que en el momento en el que entre un móvil o una táblet en casa, los problemas crecen.
Ayer sin ir más lejos la sobremesa después de la cena giró en torno a un par de perfiles de Instagram que me gustan mucho. Les expliqué por qué sigo a @webosfritos (mucho más que una cuenta de cocina) y tuve la tentación de coger el móvil y enseñarles una foto en la que habla de los sueños profesionales de su hija adolescente. Estudios, vocación, ocio saludable… había muchos asuntos interesantes que saldrían a colación a partir de la imagen, pero estábamos en la mesa. Lugar “cuasi sagrado”. Afortunadamente mi marido me recordó que estábamos cenando y que por lo tanto el móvil está prohibido (prohibir sí, también a nosotros mismos).
Las pantallas son una tentación para todos. En casa, debemos ayudarnos unos a otros a no pasar las líneas rojas y sobre todo tener claro que la clave está en que la tecnología favorezca las relaciones personales, en lugar de limitarlas. ¡Tenemos una misión! @amparolatre