La presunta violación de un niño de nueve años por cuatro compañeros menores de edad está hoy en la portada de todos los medios de comunicación españoles.
Y como suele pasar cada vez que una noticia de estas carcterísticas acapara portadas, todos nos echamos las manos a la cabeza. Pero 24 horas después seguimos con nuestra huelga de brazos caídos como si la cosa no fuera con nosotros. Y tanto que va.
Anoche precisamente mi marido y yo hablábamos de la agresividad y el tono hiriente de las conversaciones entre niños de 10 años. Por no hablar de los de 13 ó 14. Los insultos, las amenazas o los chantajes se normalizan con una naturalidad pasmosa.
A menudo resolvemos el tema con un “tienen que resolver los problemas ellos solos” o “en el patio tienen que aprender a vivir y tiene que haber de todo”.
Pues mire usted, no.
Los problemas menores, por supuesto que deben solucionarlos ellos solos. Pero ante situaciones reiteradas de injusticia los adultos tienen que intervenir. Porque el patio del colegio no está para que impere la ley del más fuerte, sino para que los niños puedan jugar a salvo mientras crecen fuertes y así después, entonces sí, salir al mundo real e intentar hacer de él un lugar mejor.
Saber todo lo que sucede en el patio es imposible, pero deberíamos estar más al corriente, para actuar cuando sea necesario. Mi impresión es que se nos escapa mucha información relevante y muchas situaciones que requieren ser atajadas.
El niño del que hoy hablan los medios de comunicación llevaba meses lidiando con una panda de otros niños, también menores de edad a los que alguien debía haber atado en corto hace tiempo. ¿Y el entorno? A mis hijos siempre les digo que no me consuela que no sean ellos los que pegan o acorralan. De ellos espero una actitud más activa, de denuncia, aunque ello conlleve complicaciones. Porque de lo contrario podemos terminar como presuntos cómplices de algo ante lo que no valen tibiezas. @amparolatre