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¿Por qué se suicida un niño de once años?

STOP BULLYING – es

Filipe Matos Frazao

Amparo Latre Gorbe - publicado el 22/01/16

El caso de Diego nos ha conmocionado a todos y como comentaba con una amiga, muchos padres no han podido evitar lanzarse a la pantalla del ordenador para ver en qué medida la manera de ser de sus hijos coincide o no con los “perfiles de niño acosado” que circulan por ahí. Porque de entrada, nadie piensa en su hijo como en posible “acosador” o niño que hace sufrir a otro.

Mi impresión es que el acoso escolar nos pilla a todos -padres, profesores y compañeros- siempre con el pie cambiado, porque cuando nos damos cuenta de que tenemos un problema, la víctima ya lleva demasiado tiempo sufriendo, con las consecuentes secuelas.

¿Quién no ha escuchado alguna vez “son cosas de niños”, “tienen que resolver ellos mismos sus propios problemas” o “el patio es la escuela de la vida y tiene que haber de todo”? Son latiguillos que se nos caen de la boca prácticamente. Los repetimos sin darnos cuenta, en ocasiones, para mirar para otro lado y que nada incómodo nos quite el sueño.

Pues puede que sea una de esas “madres sobreprotectoras” (creo sinceramente que no es el caso, pero si lo soy no me importa) pero creo que no, que en el patio del colegio no tiene que haber de todo. No hace falta poner ejemplos.

¿Quién no ha escuchado o pensado en alguna ocasión “si esta situación se repite más veces hablaré con el profesor”?

Y yo me pregunto ¿y por qué hay que permitir que algo malo se repita para actuar?

Hay mucha letra pequeña en casos como el de Diego, que no sabemos. Por lo que se publicaba hoy mismo, parece ser que tanto a los padres como a profesores y alumnos, el fatal desenlace ha pillado por sorpresa, porque nadie sabía que el menor estaba sufriendo. Así que en principio, por lo que sabemos, no estaríamos ante un caso de dejación de funciones por parte del centro.

STOP BULLYING - es
Filipe Matos Frazao

Ni los padres prevenimos lo suficiente, ni siempre estamos receptivos cuando nuestros hijos intentan contarnos algo. En los colegios, los frentes abiertos son tantos -muchísimos- que entiendo las dificultades para abordar un asunto así. Entender las dificultades no quiere decir que justifique los casos en los que no se ha actuado con diligencia.

Como decía, creo que podemos hacerlo mejor. Todos.

No sé cuál sería la solución, pero como madre lo que sí veo claro es que cada vez tenemos más tolerancia con situaciones, que son caldo de cultivo para que se produzcan casos de acoso.

Las amenazas y los chantajes están a la orden del día. Los liderazgos mal entendidos o las amistades insanas son situaciones más corrientes de lo que nos gustaría aceptar. Y preocuparse por ello o intentar reconducirlas, no es sobre proteger. Es prevenir y es educar. Y en este punto, todos (padres, profesores y compañeros) podemos dar una señal de alarma, parar los pies al que pasa una línea roja o arropar al que se queda solo.

Por cierto, los trescientos jóvenes del Proyecto Scholas en Madrid hoy han presentado las conclusiones de su semana de trabajo, entre las que destaca su petición de una ley contra el acoso escolar.

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