El cartero llamó a la puerta; llevaba un paquete para mi hija mediana. Situaciones como ésta no son muy corrientes. Parecen de película, porque desgraciadamente lo de recibir cartas, es algo más bien del pasado.
Quizás por eso a Irene le hizo tanta ilusión que al abrir la puerta el cartero preguntara por ella.
«¡Un paquete a mi nombre!»
Su padrino mandaba tres libros muy especiales para ella. Tres libros de poesía para niños que alguien que la conoce había escogido con esmero.

Cada niño es un mundo con mucha vida. Parte de esta vida es visible, más o menos fácil de comprender, pero luego está todo ese mundo interior, que muchas veces solo logramos intuir, pero que es necesario atender. Y para semejante cometido toda ayuda es poca.
Maestros, abuelos, tíos, primos, amigos, catequistas, vecinos…»Para educar a un niño hace falta la tribu entera», dice el proverbio africano y no le falta razón.
Cuánto bien nos hacen los «mimos» extra de los padrinos, como éste llegado en forma de paquete sorpresa, que atienden necesidades -aparentemente menos urgentes- pero tan importantes para el desarrollo de un niño. Poder dar cauce a la sensibilidad es vital y hay muchos modos de hacerlo. En el caso de Irene, está claro que la escritura es una vía. Es importante que los padres -y la tribu entera- ofrezcamos a los niños las herramientas para sacar todo eso que se mueve en el interior de las personas. Gracias padrino por tu ayuda. ¡Gracias por este regalo sorpresa! @amparolatre