Comencé a trabajar con ellos hace seis años y siempre les digo que me engañaron. Yo acababa de llegar al colegio, una de las madres me dijo que necesitaban gente y sin saber muy bien dónde me metía, acepté.
Y ahí sigo. Durante estos años ha nacido mi tercera hija, así que he pasado épocas con más disponibilidad y otras con menos. Pero así andamos todos; cada uno aporta lo que puede.
Cuando pienso en las cosas buenas que me han pasado en los últimos años, sin duda cada uno de ellos me viene a la mente; los que están ahora y los que estuvieron y ya no están en la junta de la asociación de padres del colegio de mis hijos.

Ni somos los más listos, ni los que más tiempo libre tenemos. Tampoco acertamos a todas horas, ni encontramos siempre solución para los problemas que se nos plantean. Pero nada de eso es lo fundamental. Lo más importante es que intentamos estar siempre disponibles para cualquier necesidad que se plantee. Y a base de echar horas y de arrimar el hombro siempre con la intención de sumar, ha surgido entre nosotros algo más que un grupo de padres que se reúnen en pro del colegio de sus hijos. En el fondo somos una comunidad.
Cada uno de ellos me aporta cosas, me ayuda ser mejor y me apoya más allá de las urgencias que tenemos entre manos. Por eso, no me importa comer precipitadamente o acabar el día muerta de cansancio, cuando tenemos reunión. Al fin y al cabo, lo que hacemos repercute en nuestros hijos.
Hoy me apetecía dedicarles unas líneas a mis compañeros de batallas en esta asociación. Sin duda una de las mejores experiencias en esta etapa de mi vida. @amparolatre