«Los niños necesitan el arte tanto como recibir amor o alimento». Solo el titular del artículo ya me ha impedido seguir con lo que estaba haciendo. No he podido evitar marcar el enlace para leer el texto con calma más adelante.
Cuando un niño no come de manera adecuada las consecuencias saltan rápidamente a la vista. Si no recibe suficiente cariño, el daño no se aprecia de manera inmediata pero será para toda la vida. Cuando lo que sucede es que el pequeño se va convirtiendo en adulto sin que nadie le lea un cuento, sin tener la posibilidad de apreciar el sonido de un piano o sin que le enseñen a contemplar la belleza de un cuadro, los efectos son más difíciles de percibir, pero existen.

Hablamos de personas fuertes, sanas, buenas personas, pero qué duda cabe que algo falta. Qué duda cabe que algo importante nos hemos dejado por el camino, en medio de tanta urgencia.
Como madre, tomo nota de lo que Philip Pullman nos dice a cada educador. Habla de la importancia de alimentar el alma con lenguajes y herramientas que pueden acercarse de manera más certera a los anhelos del corazón humano. En definitiva, del poder educativo de la belleza, que se nos olvida en medio de tanta prisa y de tanta llamadas a ser ante todo prácticos.
P. Pullman defiende el derecho de los niños a tener cultura y la necesidad de alimentar su sensibilidad, porque no hacerlo es privarles de algo que les va a ayudar a desarrollarse con mayor plenitud.
Tengo claro cuándo mis hijos hacen una merienda sana o cuando he preparado un tentempié de urgencia recurriendo a un bollo y algo más. Sé cómo orientarles a que completen el tema de sociales sobre historia contemporánea con un vídeo de un golpe de estado en directo o cómo convertir cualquier problema de matemáticas en un dibujo. Pero creo que el marcaje al que nos someten las rutinas pueden hacernos perder de vista otras necesidades, no menos relevantes a las que también debemos atender. Y para esto, no tengo tantas ideas (alguna sí) sobre cómo actuar, aunque el reto es apasionante. Así que, como dicen los Little Einsten, «tenemos una misión».@amparolatre