Una de las cosas que más evidente me resulta de la vida en familia es en qué medida a cada uno nos condicionan las circunstancias que nos ha tocado vivir.
Del mismo modo que Ángel nunca ha podido ni podrá sentir lo que es ser el hermano pequeño, tampoco Sara podrá saber jamás cómo es ser una hermana mayor. En medio de ellos dos, Irene, una superviviente nata, se mueve -muy dignamente, por cierto- en ese difícil territorio de nadie.

Sin embargo, hay momentos en los que suceden cosas que ponen nuestro entorno patas arriba (en sentido positivo), para darnos las oportunidades que solo surgen ante nuevas tesituras y que son un regalo, por todo lo que descubrimos. Eso es lo que nos ha sucedido a los cinco con la última visita de «los tíos y la prima».
A Sara tener una prima pequeña le ha cambiado la vida. Y nosotros -sus padres- hemos descubierto «una Sara» que hasta ahora desconocíamos.
De repente alguien más pequeño, más vulnerable y a quien hay que cuidar está ahí, alguien a quien también ella puede proteger y enseñar. Queralt ya no es un bebé y aparece con muchas más posibilidades de relación en el círculo familiar, tentando a nuestra benjamina a que ejerza un nuevo rol; más maduro y más maternal. Gracias Queralt por venir a vernos, por hablar sin parar aunque no te entendamos siempre, por darnos besos a todas horas y por decir «que no, que no, que no» continuamente. Tus tíos y tus primos estamos deseando volver a verte. @amparolatre