La Cuaresma está llegando a su fin.
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Ya están todas. Y yo estoy feliz porque verlas cada día me ayuda a analizar las situaciones cotidianas con optimismo, me hacen sentir acompañada y más segura de mí misma.
La vida con niños, más el trabajo, más la familia en sentido amplio es apasionante, pero está llena de dificultades, que requieren una energía, habilidad o lucidez que no siempre tenemos (o creemos tener). Sin embargo, cuando nos rodeamos de gente que nos ayuda a crecer, todo parece más sencillo.
Por eso me ha encantado ver estos días en la puerta del colegio a Patricia, con su sonrisa y sus ganas de comerse el mundo; a Chus, la discreción en persona, que se aparta cuando alguien empieza a criticar, porque ella no quiere entrar en ese juego; a María, que siempre me da un abrazo y a mí me encanta; a Charo, que me transmite una paz enorme (nunca se lo he dicho); a Mari Carmen, que nunca se cansa de pelear («pico y pala, Amparo, pico y pala»); a Sonia, que cuando los padres nos calentamos con cuestiones del colegio -a menudo menores- ella templa gaitas y consigue que en los grupos de whatsapp termine reinando la paz; a Rebeca, que con la que tiene encima, simpre regala una sonrisa; a Manoli, que me ayuda tanto; a Natalia, cuánta creatividad en un cuerpo tan menudo; y a Consili, tan delicada, siempre intentando «no herir la sensibilidad de nadie».
Podría nombrar a muchas más, Olga, Estefanía, Cristina, Marta o Raquel cada una con eso que las hace especiales. Ellas son el «mother power», mi pequeña comunidad de madres a las que veo cada día a la salida del colegio y con las que siento que puedo llegar «hasta el infinito y más allá». Aunque en minoría, en la puerta del colegio también están ellos. Guillo, que ha vuelto con muchas ganas de hacer cosas (genial, porque yo también), Manuel, al que veo menos, pero que siempre tiene palabras de cariño para todos o Fernando, que siempre me hace reír.
Qué importante es rodearse de gente buena, de brazo tendido y corazón abierto, con ganas de sumar y de arrimar el hombro. Empieza el curso. Con ellos cerca, no hay reto ni piedrecita en el camino que me quite el sueño. @amparolatre