En casa tenemos formas diferentes de disfrutar del mundial.
Mientras unos celebran o sufren por los resultados de cada jornada, una servidora ha descubierto, una vez más, las ventajas que tiene vivir a la contra.
Y no soy la única.
Tengo una amiga, madre de tres niños, que ha podido bajar sola a la piscina. Sí sí, digo sola. Y digo más, sola y con un libro. Lo nunca visto.
¿Cuál es el motivo? Muy sencillo. Los niños prefieren quedarse a ver los partidos con el padre.
A mí me ha pasado algo parecido en los últimos días, en los que, como me sucede todos los años, tengo una “lista de cosas pendientes” bastante cargada. Pero nada como salir a comprar cuando la mayoría está pegada a una pantalla para darle un empujón a la “Operación vuelta al cole”. Así, cunde la tarde una barbaridad.
Una de las actividades con las que más disfruto a final de curso es la de revisar fotos de momentos bonitos vividos en los últimos meses y seleccionar aquellas que quiero sacar del olvido y colocar en algún marco. Es algo que requiere tiempo y calma y precisamente por eso voy retrasándolo y retrasándolo. Este año se ha cruzado el mundial, que para mí ha llegado cargado de tiempo y de calma. Porque mientras todos miran hacia otro lado, yo puedo sentarme en la cama, perder la noción del tiempo y recordar el fin de semana en la casa rural con mis compañeros de carrera, la Semana Santa “de misiones”, algunos cumpleaños de mi benjamina o los “selfies” más divertidos con mis hijos mientras esperamos el autobús para ir al colegio.
Cuando en casa no todos somos igual de futboleros este tipo de eventos deportivos pueden ser – mi opinión es que es muy difícil evitarlo- motivo de discordia entre quienes querrían que el mundo parara durante un mes y quienes vivimos -un tanto ingenuamente, también es cierto- al margen de partidos que arrastran a tantas personas.
Pero ir a la contra, hay veces que compensa y resulta gratificante. En mi caso en los últimos días ha sido así. Por eso hoy quiero fijarme en los otros placeres del mundial. @amparolatre