La casa se ha llenado de princesas, que también son reinas, mamás, maestras y médicos.
Múltiples combinaciones, compatibles solo en su mundo, que se van sucediendo a lo largo del día sin que a los mayores nos de tiempo a asimilar de qué va el juego en cada momento.

Cuando primos de edades similares coinciden durante las vacaciones, todo es posible. Lo compruebo un año más mientras descubro que la convivencia a mi benjamina le permite, por ejemplo, asumir el rol de mayor, con sus primas pequeñas.
Las dos juntas son el hilo musical de la casa. Hoy la abuela estaba preocupada porque empiezan a estar afónicas, pero ¿cómo no van a estarlo? Igual ríen, que lloran. Cantan en inglés o en catalán. Por cantar, cantan hasta «tomado de la mano con Jesús yo voy», mientras hacen castillos de arena en la playa, para sorpresa de algunos.
Con ellas juntas alrededor, no necesitamos más espectáculo. Arreglan muebles con la «llave iglesia», convierten los vasos en cámaras de fotos cada día a la hora de comer, cualquier envase en máscaras de «snorkel» y son capaces de esperar un buen rato detrás de una cortina con tal de dar un buen susto.
Acabo de leerles un cuento y darles el beso de buenas noches. Hoy no ha habido ni media conversación. Han caído rendidas en tiempo récord. No es para menos. Ver cómo pasan de estar activadas a ir apagándose en cuestión de minutos, también es un espectáculo. Una con su muñeco manta y la otra con su conejito, mientras se arrulla haciéndose caracolillos en el pelo. Se acabó el día para estas dos peques, que son grandes disfrutonas de la vida. @amparolatre