En las casas con niños, por lo general, los menús son bastante repetitivos.
En la mía ha habido suerte, porque los tres son buenos comedores, aunque hay unos a los que la verdura les cuesta un poco y otros con los que el pescado siempre supone una mala cara. Pero en general, no nos podemos quejar, en este sentido.
Sin embargo y aunque mis hijos suelen alabar «mis platos», a veces tengo la impresión de que los menús en casa son un poco aburridos. Mientras han sido más pequeños la verdura, por ejemplo, la han comido básicamente en cremas o ensaladas. Y yo que podría alimentarme de espinacas, calabacín y lechuga combinada de mil maneras, muchos días terminaba preparando coliflor o brócoli solo para mí.
Pero ya sabéis que la vida con niños está llena de sorpresas y en las últimas semanas «mis chicos» me han sorprendido devorando un plato de repollo rehogado con cebollita y jamón. La idea era que fuera mi cena y me sobrara para comer al día siguiente, pero nada, los dos mayores se vinieron arriba y no sobró nada de nada.
Éste ha sido uno de las últimas recetas que han pasado a formar parte del menú semanal. Por no hablar de la fondue de verduras que les chifla o la calabaza con un toque de canela.
Ayer mientras fregaba la sartén del repollo pensaba, «se me están haciendo mayores».
Ellos no crecen de golpe, pero nosotros sí nos damos cuenta de repente, de cosas como que podemos renovar el tipo de recetas que hacemos. Un día podemos mandarlos a hacer la compra, otro día nos animamos a dejarlos solos un rato en casa, mientras hacemos una gestión y llegará un momento -espero que sea pronto- en el que mi marido y yo podremos irnos al cine, sin necesidad de buscar canguro. Son ajustes que vamos haciendo en casa a medida que van creciendo y hoy he caído en la cuenta de que «estas crecidas» también repercuten en la cocina.
En los últimos años me he aficionado a seguir algunas cuentas culinarias en redes sociales porque, como no es mi fuerte, siempre encuentro ideas. Además he descubierto para mi sorpresa, que muchas de ellas hablan también de familia y eso sí me interesa de veras.
Tengo la impresión de que últimamente acierto con las novedades que introduzco en la mesa de los míos. Y yo disfruto tanto con la verdura que me hace ilusión poder compartir esta pasión con ellos y decirles -porque el parecido con su padre es muy evidente-, que en esto han salido a mí. Y digo yo que esto también es importante ¿no?
No me cabe ninguna duda de que uno de las principales herencias que he recibido de mi madre -en mi caso sí hay un parecido físico- es el gusto por todo tipo de alimentos y una cultura de lo saludable. Mis chicos mayores están lanzados con las verduras. El siguiente paso es que se lancen también a cocinarlas ellos y a dejar la cocina tal y como se la han encontrado. @amparolatre