Me despido. Este es mi último post.
Me explico. El último de este curso. Con el mes de agosto haré un parón en mi actividad bloguera. Pero en septiembre volveré con energías renovadas. Que nadie piense que va a librarse de mí. A mí no hay quien me calle.
En las próximas semanas voy a dedicarme en esencia a cambiar de ritmo, en sacarme las prisas del cuerpo y en llenarme de silencio, aunque esté rodeada de barullo. Para ello comenzaré cada día con un paseo con mi marido en el que retomaremos conversaciones que se nos han quedado a medias en los últimos meses y haremos planes para el próximo curso.
Espero que ninguno de mis conocidos, amigos y familiares se moleste si no contesto whatsapps. Una de mis claves para relajarme en vacaciones es dejar el móvil en la habitación, en lugar de llevarlo a todas partes conmigo. Es una forma de liberarme de la esclavitud de la notificación constante, que a menudo nos hace caer en la trampa de creer en la urgencia de una contestación inmediata.
La idea es conseguir “arrastrar” también a mi marido y a mi hijo para hacer unos días de desconexión total a finales de mes. No es la primera vez que nos proponemos un ayuno digital y siempre nos sienta de maravilla. Así que por qué no repetir.
Llego a las vacaciones con unas ganas locas de cargar las pilas, de estar con los míos y de vivir momentos diferentes aunque sea en los lugares de siempre.
A ratos añoro poder cruzar el mundo o pasar unos días visitando ciudades o paisajes que no conozco, pero cada año, cuando retomamos la rutina me doy cuenta de lo bien que me sienta pasar tiempo en los rincones que me vieron crecer.
Simplemente estar, recordar cuáles son mis raíces y cómo y por qué estoy donde estoy es un ejercicio retrospectivo me sirve para coger impulso antes de seguir hacia adelante.
Lo dicho, un breve impás de unas semanas para volver en septiembre con la filosofía de siempre pero con más energía. ¡Felices vacaciones a todos! @amparolatre