Se acabó el colegio y con ello, se acabaron las prisas a primera y última hora del día. Aunque mi marido y yo no estemos aún de vacaciones y sigamos acumulando cansancio hasta que llegue nuestra hora, sí agradecemos ese pelín de relax que supone que no haya deberes, ni trabajos que hacer, ni exámenes, ni horario que cumplir. Algo es algo.
Este pequeño margen permite que mis hijos me acompañen en el desayuno y hablemos, antes de que yo salga disparada hacia el trabajo; que entre chapuzón y chapuzón se sienten junto a mí en el borde de la piscina y sigamos hablando o que mientras preparo la cena se cuelen en la cocina y vayan sacando las cuestiones y preocupaciones (ellos también las tienen) que se han quedado aparcadas a lo largo del curso. Para eso está también el verano.

Y hablando, hablando, una descubre dónde están sus hijos y los amigos de sus hijos.
Hablando, hablando se llega muy lejos. Se pueden identificar bloqueos y aclarar confusiones, como la que mis hijos tenían en torno a lo que significa «chivarse». Y no son los únicos. Aunque creo que ya ha quedado claro que no hablamos de «chivarnos» cuando lo que queremos es poner verdad sobre la mesa; que no hablamos de «chivar» cuando hay alguien que sufre o un peligro en el horizonte. Y que tampoco hablamos de «chivarnos» si -por poner un ejemplo- hemos sido testigos de un robo a alguien en la calle, porque entonces hablamos de denunciar un delito. Interesante ¿no?
El cansancio o la pesadez que supone que los hijos estén en clave «acusica», a menudo nos lleva a los adultos a pedirles que no se chiven. Pero un término como éste, mal explicado o mal interiorizado, puede con el tiempo tener consecuencias no deseadas. Como que los niños piensen que lo correcto es callar ante algo que se debe contar o que nosotros nos enteremos de un problema cuando ya es demasiado tarde.
Me gustaría ser capaz de encontrar momentos de parón a lo largo del curso para tener conversaciones tan constructivas como las que estoy teniendo en los últimos días con mis hijos. No creo que tengan demasiadas «extraescolares», ni una cantidad de deberes exagerada. Pero lo cierto es que la rutina no nos deja tiempo para cuestiones que si nos paramos a pensar, son mucho más importantes que llegar a tiempo a clase o no olvidar la cartulina naranja para el trabajo de turno.
Tendremos que encontrar la manera de hacerlo durante el curso para no llegar a las vacaciones tan cargados de asuntos pendientes que tratar. Menos mal que ahora tenemos dos meses por delante para hablar y hablar sin prisas. @amparolatre