Quiero empezar la Pascua dando las gracias a la comunidad que nos ha acogido esta Semana Santa. Sin duda ha sido la mejor de los últimos años.
Para los que salimos de casa estos días no siempre es fácil encontrar la fórmula para no descuidar las celebraciones, porque nos vemos obligados a cambiar de parroquia.
Nosotros hemos tenido al suerte de “caer” en una comunidad que nos ha recibido de maravilla. Tanto es así, que esta mañana, en el instante en el que salíamos de viaje, mi hija pequeña nos ha asustado a todos con uno de esos gritos de niño pequeño que salen de la garganta con más decibelios de los que esperas: “¡Robertooooooo!
Pues eso. No sucedía nada. El grito no respondía a un golpe, dolor o malestar. Roberto, el párroco del pueblo caminaba por la acera de enfrente y a nuestra benjamina le ha hecho ilusión verlo vestido “de calle”, como dice ella.
Conté en uno de los últimos posts que este año nos planteábamos dar un empujón a las vivencias de estos días, marcando un punto y aparte con la experiencia de años pasados, que al haber niños pequeños en casa habíamos descuidado más de la cuenta. Creo que lo hemos conseguido gracias a la estupenda acogida que hemos recibido de la pequeña comunidad de Cabrerizos, un pueblo de la provincia de Salamanca.
Y cuando hablamos en clave familiar, la integración depende de muchos factores. Es importante que los mayores nos sintamos cómodos, pero también los pequeños. Por eso “las gracias” no solo son para Roberto, al que espero no haber asustado esta mañana. Van también para el otro párroco, Rafa, que le ha prometido a mi hija mediana, que la próxima vez que vayamos le presentará a niñas de su edad. También para Carlos, Alex y Jorge, que no solo han contado con Ángel para las celebraciones, sino para los planes de tarde en el pueblo, algo que para un niño urbanita resulta de lo más interesante. Y por supuesto para Rocío, catequista, guitarrista e intuyo que muchas más cosas, en esa pequeña comunidad, que ya es un poco nuestra también. ¡Feliz Pascua a todos! @amparolatre