La Cuaresma está llegando a su fin.
No olvides a Aleteia en tu ofrenda cuaresmal
para que brille la esperanza cristiana.
¡Apoya a Aleteia!
Ha empezado el curso y veo “fórmulas mágicas” por todas partes. No sé si esto realmente responde a una demanda de padres y docentes, si se debe a la manera que tenemos los periodistas de contar las noticias o si hay un poco de todo.
En los últimos días he leído la receta mágica para convertir suspensos en sobresalientes y para decidir la cantidad ideal de «actividades extra escolares». También varias listas, la de cosas que hay que hacer para que nuestros hijos vayan motivados al colegio y la de defectos que los padres cometemos en relación con la vuelta al cole.
Todo temas interesantes y que a mí me gusta leer, porque siempre encuentro reflexiones sugerentes e ideas para replantear mi modo de hace ciertas cosas. Sin embargo, me parece que nos equivocamos cuando recurrimos a estas fórmulas para solucionar los conflictos que tenemos “de puertas adentro” y que de alguna manera renunciamos a ser creativos y protagonistas en la relación que tenemos con nuestros hijos.
Porque nadie como nosotros sabe cuáles son nuestros recursos reales, tanto materiales como intangibles y cómo funciona la familia cuando estamos todos, que también tiene un potencial. Estas recetas están pensadas en frío, en abstracto, porque no podría ser de otro modo y por eso precisamente somos los padres los que inevitablemente, si queremos acertar, deberemos diseñar nuestra particular manera de hacer las cosas. Cogiendo ideas de aquí y de allá, pero sin delegar lo que solo nos compete a nosotros.
Cuando se habla de las «actividades extra escolares» me acuerdo de mí misma, hace «ta y tantos años». Me apuntaba a todo, no me quedaba ni un minuto libre. Jugaba a baloncesto y ajedrez, iba al conservatorio y a clases de inglés, me interesaba todo. Mis padres jamás me obligaron a hacer nada de esto, yo solita «me complicaba» la vida y era feliz como una perdiz.
Acaba de empezar el curso y todos los que tenemos niños hacemos estos días el encaje de bolillos. Un año más vuelvo a comprobar que lo que ha surtido buen efecto con el mayor, no me sirve con la mediana y menos aún con la pequeña. Y que lo que me sirvió con el mayor el año pasado, ya no es válido este mes de septiembre. Cada uno de ellos es único; en una etapa diferente y nadie como yo conoce sus pequeños secretos (por supuesto no todos). Nuestro pequeño mundo doméstico se mueve a ritmo de vértigo; es un no parar. ¿Cómo va a servirme una receta ajena? Es imposible.
Mis limitaciones y mis torpezas me llevan a escuchar y leer lo que hacen, dicen y proponen otros, pero solo para «inspirarme y coger ideas», que luego me sirven para diseñar mi propia hoja de ruta. Con los años he cambiado el miedo a «no saber cómo hacer algo», por la ilusión de «coger todos los toros por los cuernos» y el deseo de que nadie se meta en mi terreno. @amparolatre