Hay familias cuyos miembros pueden verse a menudo, quedar a comer cada fin de semana o celebrar multitudinariamente los cumpleaños. No es nuestro caso.
Mi marido viene de una familia pequeña, a la que no tenemos cerca. En mi caso somos tres hermanos y cada uno vivimos en una gran ciudad, ni siquiera del mismo continente.
En los últimos años la familia ha crecido considerablemente, hemos dejado de ser todos morenos y de hablar el mismo idioma.
Por eso, uno de los atractivos del verano entre la chiquillería es juntarse y desvirtualizar una relación, que a lo largo del curso, excepto en momentos puntuales como Navidad o Semana Santa, se mantiene gracias a todas las oportunidades maravillosas que nos brinda la tecnología.
Las edades y los intereses son muy distintos, pero es una suerte que los mayores sean “niñeros” y también disfruten leyendo un cuento, consolando a los pequeños o haciendo castillos de arena.
Hasta agosto, no me queda otra que conformarme con el pequeño parte diario gracias al whatsapp, mientras mi benjamina me cuenta que ya bucea muy bien y le canto mi repertorio de canciones infantiles a mi sobrina pequeña -la rubia de la pandilla- que casi no me conoce, pero que ya sabe pedirme en “spanglish-minion” que le repita mil veces “El corro de la patata”.
No soy una tía súper divertida, ni consentidora, pero soy “la madrina” e intento ejercer como tal. En agosto me sumaré al plan con mi repertorio eterno de canciones y con intención de contar muchos cuentos. Tengo algo en mi contra -lo sé-. Soy incapaz de bañarme con el agua fría. Eso sí, nunca me canso de escuchar.
Cuando estamos juntos me gusta comprobar que para los más peques de la familia no necesito hacer nada extraordinario. Me quieren mucho porque soy su tía, la madre de Ángel, Irene y Sara. Y en verano, cuando nos vemos estar con sus primos mayores es el mejor plan.
Estar juntos es posible, un año más, gracias a los abuelos. Me atrevería a decir que son quienes más disfrutan, si es que es posible medir el nivel de disfrute de algún modo. Ellos ponen casa, comida, tiempo o logística para que la prole se junte un verano más. Y yo no me canso de darles las gracias. @amparolatre