Existe el egoísmo y luego un egoísmo especial que es el que se lanza sobre una madre.
Me refiero a ese que se concreta en las demandas que los churumbeles -bajo este término incluimos también a los que rondan ya el metro ochenta de estatura- gritan simultáneamente en el momento crítico en el que podrías tener dos manos y dos pies más y aún así no lograrías llegar a todo.
No estoy hablando de bebés, sino de niños con cierta capacidad crítica ya, que son muy capaces de advertir cuándo es el momento de pedir algo y cuándo lo que están haciendo es «la puñeta», con mayúsculas.
Pero supongo que cuando sucede esto, los padres -es decir yo- debemos hacer algo de autocrítica y pensar qué es lo que estamos haciendo mal. Porque como comentaba esta mañana con un compañero de trabajo, «la culpa la tenemos los padres».
Supongo que desde que comenzó la tarde hay muchas cosas que pude haber hecho de un modo diferente. A veces es mejor cortar por lo sano un tono un poco faltón, antes de que la situación se nos vaya de las manos. Mea culpa. No he sabido hacerlo mejor. Hay días en los que una está más atinada y otros en los que nos faltan reflejos, habilidad, firmeza o cintura, vaya usted a saber. No es tan sencillo.
Hoy empecé el día a tope, porque a mí los lunes me encantan, pero lo termino con el ánimo por los suelos porque hay que ver qué egoístas pueden llegar a ser «nuestros tesoros». Tan egoístas como encantadores.
Por favor decidme que a vosotros también os sucede, aunque a mí el mal de muchos me consuela poco, y sobre todo contadme con qué estrategia contraatacáis el egoísmo filial, porque como que me llamo Amparo que esto no acaba aquí. Seguiremos informando.@amparolatre