Ayer por la mañana comencé el día leyendo un artículo sobre la presión con la que viven los niños de hoy. Hablaba fundamentalmente de los menores ingleses. Y de las pruebas a las que someten a peques de 5 años para que accedan a una plaza en colegios que supuestamente les garantizarán un futuro de éxito.
Creo que no es el caso de países como España, aunque soy consciente de la contradicción en la que caemos los adultos cuando pedimos a los niños serenidad mientras les sometemos a un ritmo de vértigo.
En el caso de mis hijos, hemos intentado reducir las actividades extraescolares a la mínima expresión y llegamos bastante pronto a casa. Ahora bien, en cuanto pasan el umbral de la puerta se van directos a sus mesas de estudio a hacer deberes.
Cuando se habla de estrés en los niños se apunta directamente a las familias y al ambiente en casa. Pero todos debemos hacer autocrítica. También la cantidad y la calidad de los deberes debería replantearse, en mi opinión. Y, conste en acta, que no soy de la “liga antideberes”.

Ayer después de pasar parte de la mañana dándole vueltas al asunto del estrés y la presión, en un momento de la tarde me enfrasqué en una conversación con Ángel e Irene en la que les recordé que su abuelo se quedó huérfano de padre a su edad y se vino a Madrid con una beca al internado del Ramiro de Maeztu, donde nadie controlaba a diario sus deberes, ni le arropaba cada noche. Les recordé también que su abuela materna estudió a escondidas el Bachillerato, gracias a las triquiñuelas de la bisabuela, que «escondía dinero bajo la almohada» para poderle pagar la academia en la que se preparó para examinarse de varios cursos a la vez.
Les pedí que jamás olviden las pequeñas historias de su familia, que encierran mucho esfuerzo y sacrificio para adquirir formación y cultura; lo único que les hará verdaderamente libres en un futuro y les dará las herramientas para tomar decisiones acertadas.
Cuando terminé me vino a la mente el artículo de la presión y el estrés que había leído por la mañana y me entraron las dudas. ¿Son este tipo de «chapas de madre» una forma de transmitir estrés? La verdad es que he dormido de un tirón. Cero problemas de conciencia. Esta mañana he recordado que de pequeña me encantaba ir conociendo poco a poco las aventuras y desventuras de los años de internado y la osadía de mi madre y mi abuela. Lejos de sentir presión en el pecho esta parte de la historia de mis padres me ha llenado de orgullo, sentido de responsabilidad y capacidad de sacrificio. @amparolatre