En los últimos días, “mi mediana” ha tenido los conciertos de Navidad con el coro de niños del que forma parte.
Una experiencia de la que hemos disfrutado toda la familia y que nos ha permitido, una vez más, comprobar todo lo que puede aportar a una persona la formación musical en general y la música coral en particular.
Aunque “mi mediana” no tiene las tardes cargadas de actividades, sí es cierto que los ensayos con su coro suponen un sacrificio importante en la logística familiar. A ella en concreto la dejan agotada; por no hablar del esfuerzo extra que hace esos días para terminar los deberes. Sin embargo, tanto su padre como yo nos damos cuenta de que es mucho lo que le aporta la música, así que mientras el encaje de bolillos sea posible el esfuerzo lo hacemos con gusto. Ella misma dice que es lo único que le despeja la cabeza y por muy agobiada que esté con cosas del colegio, por nada del mundo falta a las sesiones con el coro.
Todos los conciertos son preciosos, pero el repertorio navideño me parece especialmente resultón. En los últimos, sin embargo, en quien no he podido dejar de fijarme es en la directora y en el arte con el que dirige a casi cincuenta niños, algunos muy pequeños.
Lo de mandar, que te manden, aceptar órdenes o ser mandón o mandona es algo que en una casa con niños está en la sobremesa casi a diario. Los amigos mandones tienen mala fama siempre, pero paradójicamente todos quieren mandar. Con lo poco que me gusta mandar a mí y para ellos es algo que tiene para un atractivo increíble. En este contexto, me parece interesantísimo el testimonio de una mujer directora. Dulce, delicada, siempre con una sonrisa, que jamás levanta la voz y que solo con la mirada y moviendo manos y brazos es capaz de manejar a un grupo de niños de estas edades, a la vez que se coordina con el director de una big band.
El respeto no solo se consigue con genio o un semblante serio. Para mí es mucho más interesante cuando se logra con dulzura y una sonrisa. En las últimas semanas he podido comprobar que el ejemplo de la directora del coro es, sin lugar a dudas, un valor añadido a todas esas partituras que “mi benjamina” ha estado practicando durante el trimestre. ¡Viva la música! @amparolatre