Después de un mal día o de una jornada en la que ha habido gritos y discusiones de las feas, me cuesta sentarme frente al ordenador y escribir algo en el blog.
Me asaltan las dudas y me pregunto con qué autoridad escribo nada.
“Escribir, para deciros qué”, me pregunto.
En situaciones así siento una profunda inseguridad.
Pero ¿quién nació en una familia perfecta? Que levante la mano aquel que pertenezca en una familia en la que no se discuta o no se levante la voz.
Alguna habrá. Yo de hecho conozco a un par de personas que creo que no gritan jamás y me encantan. Lamentablemente no es mi caso, aunque he mejorado mucho en paciencia y autocontrol. Así que todo se andará.
En tiempos de tanto postureo me parece más necesario que nunca dar testimonio de familia imperfecta. Imperfecta pero que sigue al pie del cañón, caminando.
En esos momentos “de bajón” me acuerdo de algo que me dijo una vez una buena amiga cuando compartía con ella esta inquietud.
- “Te mueve el deseo”.
Esa fue su contestación y tiene razón. A “El Lio Madre” le mueve el deseo de belleza, las ganas de aprender a ser mejor madre y esposa; mi empeño por empezar de nuevo cada día. Porque el deseo crece con las cicatrices y las heridas.
Nadie dijo que fuera siempre fácil o bonito. Así que con esta intención -creo que sana- me propongo cada día hablar de la familia. No con la de transmitir una imagen edulcorada e idílica. Sino con el objetivo de ser realista a la vez que entreno la mirada para quedarme con lo positivo y lo constructivo que tiene la vida de una familia, aunque este ejercicio no siempre sea sencillo.
He de reconocer que estar en Adviento ayuda. Seguimos caminando. @amparolatre