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Depresión

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Syda productions - Shutterstock

Amparo Latre Gorbe - publicado el 28/01/18

Mientras -hace unos días – escuchaba hablar al psicólogo Ángel Peralbo de la depresión en adolescentes, me daba cuenta de que en relación a la educación de los hijos hay temas que nos preocupan y otros, como éste, que nos angustian.

Porque ¿a quién puede dejar indiferente el incremento del número de chicos y chicas a los que se diagnostica depresión? Y como pasa con tantas cosas, esta enfermedad se ceba de manera especial con las chicas.

Do todo lo que dijo este experto en jóvenes me quedo con dos ideas para pensar.

En primer lugar el hecho de que muchas veces les exigimos responsabilidades sin haberles dotado previamente de las herramientas que necesitan para poder enfrentarse a determinadas tareas. Interesante.

En segundo lugar, la tendencia a querer vivir demasiado rápido. Parece que todo conduce a que nuestros niños crezcan de manera precipitada. Hay que andar antes, leer antes, manejar la tecnología antes, dormir fuera de casa antes, salir con los amigos antes…

El miedo a que no se queden atrás del resto del grupo hace que en ocasiones los padres permitamos o incluso alentemos de algún modo que quemen etapas precipitadamente, sin darnos cuenta de que podemos ponerles ante situaciones o experiencias que les quedan grandes.

Los 11 ó 12 años es la edad clave. Ángel Peralbo (os recomiendo la entrevista en “Hablar en familia”) explicaba que es el momento en el que se da un cambio de pensamiento en nuestros chicos, que se plantean el sentido de la vida y de todo aquello que sucede a su alrededor. Y es precisamente no encontrar respuestas a preguntas cruciales lo que puede hacer que entren en una dinámica preocupante.

Entre la sintomatología que debe hacer saltar la alarma a los padres están los cambios bruscos de comportamientos, apetito, sueño y también los cambios de actividad. De repente dejan de lado tareas que requieren más interés o motivación para hacer otras de carácter más pasivo como los vídeojuegos.

Y los padres lo tenemos complicado, porque esta sintomatología se identifica en mi opinión con los cambios que suelen sufrir los chicos a esta edad. Están más gruñones, hablan peor, están más encerrados en sí mismos y del apetito y el sueño ni hablamos.

Está claro que no podemos dejar de estar vigilantes, aunque ahora ellos nos transmitan continuamente el mensaje de que son autónomos.

Según explicó Ángel Peralbo, detrás de muchos casos de depresión están pensamientos de impotencia e incapacidad. Por eso la  mejor prevención desde que son pequeños es enseñarles a resolver los problemas que les van surgiendo, nunca solucionarlo por ellos. Cuando son problemas acordes a su edad, claro. Hay muchos casos en los que la intervención de los adultos es necesaria.

Sé que como madre me queda mucho por vivir, pero también os diré que nunca pensé que la adolescencia me parecería tan apasionante. Por respeto a la intimidad de “mi adolescente favorito” no comparto más que una pequeñísima parte de aquello que genera debate y reflexión en casa en relación con él. Pero tendría mucho que contar.

Si cuando nacen los hijos la maternidad nos exige generosidad y capacidad de sacrificio, la adolescencia requiere que los padres seamos más coherentes y tengamos más autocontrol si no queremos perder la autoridad. Con los años, ellos se olvidarán de muchas de las cosas que les sucedieron en la infancia. Contaba A. Peralbo en la entrevista que las personas que les marcan durante la adolescencia permanecerán en su recuerdo para siempre. Es importante saberlo para no perder esta oportunidad, quizás la última, de ser un referente para ellos. @amparolatre

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