Han sido aproximadamente 48 horas, con todos sus minutos y sus segundos. No puedo evitar pensar en clave de minutos y segundos también. Soy mujer de radio y sé lo que se puede contar en una noticia de 40 segundos y lo que es mejor dejar para una entrevista de diez minutos.
Pero bueno, a lo que iba. Se acabó mi fin de semana de «Rodríguez» y tengo que admitir que ya tenía ganas de escuchar en casa a alguien que no fuera yo misma. Es decir, he disfrutado a tope de mi soledad, pero no he disfrutado menos viendo con mi hijo mayor su crónica fotográfica o escuchando las anécdotas del viaje.

Digamos que son placeres diferentes, complementarios, que se sitúan a niveles distintos. A lo largo del fin de semana me he permitido pequeños lujos que me recuerdan quién soy. Cuando tienes hijos, a menudo dejas de preguntarte «¿qué me apetecería hacer en este instante?» y si de vez en cuando no tienes la ocasión de responder, corremos el riego de que llegue un día en el que no sepamos cuáles son nuestros puntos de interés o qué cosas alimentan nuestra alma.
Después de la doble ración de gusanitos y descanso del viernes, ayer comencé el día desayunando con calma mientras escuchaba la radio (he de decir que me levanto cada día media hora antes que el resto, en casa, para poder empezar el día a cámara lenta, activándome poco a poco). De ahí me fui al sofa, abrí las ventanas para que entrara algo de airecillo fresco y con la luz natural entrando por mi espalda le di un empujón a la novela de Lorenzo Silva que tengo entre manos.
Lo tenía todo planificado. De ahí a la piscina, un poquito de sol, lo justo para evitar quemarme.
Después de comer me fui con una amiga a Ikea, a por un par de cosas que necesitaba para casa y a cargar las pilas, como siempre digo, con el «poder de las cosas bonitas». No puedo evitar disfrutar de los entornos cuidados, donde hay detalles sencillos, que transmiten positividad.
Por la noche, por fin, pude ver «Informe Semanal» y una peli de periodistas. Fenomenal plan.
La guinda a este fin de semana reparador ha sido el encuentro con mi amiga Anabel, amiga del alma donde las haya. Hemos ido a misa juntas y nos hemos paseado por el centro de Madrid sin prisas, dándonos algún caprichito asequible.
Todo lo que he hecho en mi fin de semana de «Rodríguez» son cosas normales, pero para mí son extraordinarias. Una dosis extra de sueño, un poco más de lectura, un documental sobre un tema de actualidad, una sobremesa con alguien a quien quieres. Mis pequeños lujos han llegado en el mejor momento, a modo de preludio vacacional para retomar con mas ganas mis grandes batallas cotidianas. Sin ir más lejos, mientras escribía este post, me han llegado varios mensajes de audio de mi mediana que desde la playa quiere saber cómo hago yo para aprovechar al máximo el tiempo que paso con las personas que quiero. Como siga así, termina como su madre, trabajando en la radio y obsesionada con el paso de los segundos. @amparolatre