“Mi benjamina” corría acera arriba, acera abajo, arrastrando su mochila por la calle, mientras “mi adolescente favorita” y yo íbamos arreglando el mundo.
Junto a nosotras una señora volvía del colegio con su nieta. La llevaba bien agarradita. Digamos que muy agarradita.
Ha llegado al semáforo a la vez que “mi benjamina” y rápidamente ha mirado hacia atrás.
“¿Esta niña no tiene padres?”, parecía decir con la mirada.
Para demostrar que la niña sí tiene padres y que no está asilvestrada he recordado a “mi benjamina”, de manera que también lo escuchara la señora, que puede ir sola siempre que yo la vea, teniendo en cuenta que no se baja a la calle y que se para al llegar al paso de cebra. He insistido, de manera que también lo escuchara la señora, en que la dejo ir sola porque me demuestra cada día que sabe parar y porque puedo confiar en ella. Y todos hemos sonreído.
Acto seguido, abuela y nieta han girado a la derecha y nosotras hemos seguido nuestro camino hacia casa. “Mi adolescente favorita” y yo hemos seguido arreglando el mundo y “mi benjamina” ha vuelto a salir disparada arrastrando su mochila, mientras soltaba la perla del día:
-“¡Mamá confía en mí. Soy una crack!”
Qué importante es transmitirles confianza. Cuánto crecen cada vez que lo logramos. Qué fácil es con gestos sencillos a esta edad. Y con qué facilidad nos cargamos todo lo que hemos conseguido durante años cuando llegan a la adolescencia.
Confío en mis hijos mayores tanto como en “mi benjamina”. Sin embargo, mientras ésta tiene claro que es así, “mis adolescentes favoritos” me reprochan lo contrario. Tenemos mucho trabajo por delante. Espero que algún día también ellos corran de alegría sintiendo de nuevo lo que esta tarde su hermana pregonaba a los cuatro vientos. @amparolatre