Es cierto que al nacer a cada niño le rodean unas circunstancias que le condicionan para bien o para mal. Pero también es cierto que cada niño es un mundo y que a menudo repetimos latiguillos sobre los hermanos mayores o los pequeños, sobre los hijos únicos o las familias numerosas, que en absoluto responden a la realidad en casos concretos.
Hace unos días me llamó la atención esta escena de mi benjamina, que a pesar de ser la tercera y a pesar de que suele disfrutar como una loca de la compañía y los juegos de sus hermanos hay días en los que la pobre me recuerda a “Juan Palomo”.
Por las tardes sus hermanos tienen deberes y cosas que estudiar y eso hace que se encuentre con las puertas de sus habitaciones cerradas a cal y canto o con mis advertencias de “Teniente O’Neil”: “Sara, están estudiando; eso es sagrado. Juega tú sola a algo”.
No sé si hago bien o mal, pero eso es lo que sucede muchas tardes. Y no queda otra.
Así que ella se busca la vida tirando siempre de imaginación y así surgen sus miles de amigos invisibles con los que juega absolutamente a todo. Hace unos días mientras yo trajinaba en la cocina ella mi gritaba desde el comedor:
- “¿Y cómo salgo de la cárcel si estoy jugando sola?
Me llevó un rato ver qué es lo que estaba pasando.
Ante el “momento estudio” que se vivía en casa, la chiquilla había decidido jugar a “La Oca” ella sola. Y claro, el “de oca a oca” a solas puede tener su gracia. Incluso el “de dado a dado porque soy soldado”, pero cómo salir de la cárcel en esta circunstancia.
En ese momento solo se me ocurrió decirle que tirara tres veces los dados y después siguiera avanzando. En el fondo de mi corazón lo que sentí es que a Sara le debía unas cuantas partidas a “La Oca”. A ver si mañana es posible saldar la deuda. @amparolatre