No hay nada más dinámico que una casa con niños. Y tan importante me parece establecer rutinas, como darse cuenta de que ha llegado el momento de cambiarlas.
Nosotros durante años, hemos cenado en varios turnos. A mi marido y a mí nos costaba mucho encontrar momentos para hablar sin interrupciones y los dos tenemos siempre muchas cosas que contarnos. Así que, en su día y en contra de esa recomendación “cuasi sagrada” que llega por todas partes, de que se debe cenar en familia, nosotros lo hacíamos por separado. Primero los niños y más tarde, con más tranquilidad, nosotros dos. Y durante un tiempo nos ha venido de lujo ese ratito de confidencias.
Este año sin embargo, viendo la demanda de nuestros hijos mayores de comentar con nosotros un montón de temas de actualidad y de la vida misma, que hasta ahora pasaban por alto, hemos decidido adelantar la cena y la hora de irse a la cama de nuestra benjamina (algo que ella agradece), para a continuación sentarnos los mayores a comer mientras conversamos de todo un poco.
El cambio de momento está siendo de lo más satisfactorio.
Los mayores van alargando la tarde y cada vez necesitan más tiempo de estudio. A la pequeña sin embargo, a partir de las siete y media de la tarde se le agotan las pilas. Con el nuevo cambio en el horario puedo centrarme en ella primero y luego en los mayores, sin necesidad de hablar en clave o a medias sobre cuestiones en las que nos apetece profundizar. Todo ello mientras nos entrenamos en el arte de conversar, algo que desgraciadamente se está perdiendo.
Ayer, viendo a “mis chicos” un poco desanimados por el resultado de la Selección Española en el Eurobasket 2017, decidí darle un toque de humor al menú, con el resultado que veis en la foto. “Estás fatal”, me dijo mi adolescente favorito dijo. Puede ser; para mí lo importante es que les saqué una sonrisa. Algo, en ocasiones complicado a última hora del día. Pues eso, estrenamos curso y rutinas. Vamos a ver qué tal resulta el cambio. @amparolatre
Hoy celebramos a...