Su manera de ver las cosas siempre supone una riqueza. Otra lógica, otra perspectiva, que además, suele ir a lo esencial.
Se va haciendo mayor y cada vez mide más las palabras, pero afortunadamente todavía nos regala comentarios espontáneos, llenos de genio y verdad. Así es mi mediana. No sé si es por tener que sobrevivir siempre en tierra de nadie o por qué, pero el caso es que Dios le ha dado una capacidad innata para mirar con agudeza todo cuanto le rodea.
Por eso hace años -apuntaba maneras desde el instante que arrancó a hablar- mi marido le puso un cariñoso mote, “Irene, la niña del dardo en la palabra”, en alusión al libro de Fernando Lázaro Carreter, que en mi época nos leíamos todos los estudiantes de Periodismo.
Una de sus mayores aficiones a sus diez años es escuchar música y ver vídeos musicales -más de los que a mí me gustarían-. Ayer estaba con sus cascos puestos, mientras su padre y yo hablábamos de nuestras respectivas jornadas en el trabajo y de repente soltó una de sus perlas: “que pena me da X (prefiero no dar el nombre del cantante), que tiene que besarse con tantas chicas para grabar estos vídeos. Supongo que a todas no las querrá”.
Pues eso. Poco más que añadir.
A su perla siguió una interesante conversación que no cabe en este post. Y yo, después de un poco de agobio al caer en la cuenta de que mi hija estaba viendo algo que no debía, sentí tranquilidad al ver el sano descoloque que las imágenes provocaban en ella y alegría por la necesidad que mi hija mediana tiene, de compartir todas esas cosas conmigo. @amparolatre
Hoy celebramos a...