María era muchas cosas. En las celebraciones propias de estos días, cada año escuchamos reflexiones sobre su fidelidad, su sencillez, su bondadosu actitud dispuestay valiente.
Este año, sin embargo, mi párroco ha puesto el acento en el carácter adolescente de la madre del hijo de Dios. Y este análisis del Evangelio del pasado domingo a mí me hizo bien.
Los que tenemos hijos adolescentes sabemos la revolución que conlleva esta etapa de la vida no solo para ellos, sino para toda la familia. En mi caso, acompañar a mi hijo en este trance está siendo de las experiencias más interesantes como madre. Desquiciante a veces, emocionante otras. Difíciles, tiernos, divertidos … los días con «mi adolescente favorito» son todas estas cosas y a veces al mismo tiempo. Me encantaría poder compartir los detalles en el blog, pero no debo. Él prefiere que todo ello quede en la intimidad y su opinión merece todo mi respeto. Más aún si tengo en cuenta que es uno de mis lectores más críticos.

Caer en la cuenta de que María era poco más o menos de la edad de mi hijo me ayuda a mirarlo con otros ojos. Porque están despistados, a ratos se muestran egoístas, pero igual que María, también son capaces de decir «sí» a cosas importantes. Saben ser leales y valientes con causas que merecen la pena. Saben ser sinceros, aunque eso nos duela a los adultos, que no somos tan ejemplares como querríamos. La humildad no es su fuerte, pero valoro la facilidad con la que piden perdón y perdonan, al menos mi hijo.
Es decir, no son tan pasotas. Y tienen mucho bueno que aportar. Solo tenemos que descubrir el modo de llegarles a lo más profundo.
Dios los buscó a ellos -a los que «medio en broma medio en serio» calificamos como «cafres» o «empanados»- para que su hijo se encarnara. La reflexión de mi párroco ha sido el primer gran regalo navideño. Bendita adolescencia. @amparolatre