Mi amiga es fuerte, inteligente y sensible. Podría decir un montón de cosas estupendas sobre ella, sin dejar de ser realista o perder objetividad.
Hoy me ha llamado, estaba agobiada y yo no podré darle un abrazo o mirarla a los ojos mientras me cuenta sus penas. No podré porque la vida es así y no tienes siempre cerca a la gente que quieres.
“¿Sabes lo que es intentar estudiar con la mayor mientras tienes a la pequeña berreando tirándome de los pantalones? Bueno claro que lo sabes, ¿qué te voy a contar?”, así transcurría nuestra conversación.
Mi amiga también es la delicadeza en persona y por eso, dar una voz le supone un mundo, pero como tantas mamás a las que no nos gusta levantar la voz, termina perdiendo los papeles algunos días, sobre todo ésos en los que estás sola al frente del barco y pretendes hacer más cosas de las que puedes abarcar.
Los padres sabemos lo estresante que puede llegar a ser, lo solo que puedes llegar a sentirte y lo complicado que es librar los pulsos con los hijos cuando no tienes a nadie al lado en quien apoyarte.
Y nosotras -amiga- somos unas afortunadas. Nuestra soledad es de momentos concretos, tenemos las necesidades básicas cubiertas y nuestras familias no sufren ninguna enfermedad grave. Pero sí, estresante y agotador al fin y al cabo. Sé exactamente cómo te sientes, pero no me atrevo a darte consejos, porque si algo he aprendido en los últimos años es que hay que personalizar las recetas porque no hay consejos ajenos perfectos.
Solo tú sabes hasta dónde puedes llegar; nadie como tú para explotar tus puntos fuertes o trabajar los débiles. Pero en mi opinión lo más importante en el plano práctico es saber bajar el listón de exigencia contigo misma y quererte mucho con todas tus imperfecciones, porque con todas ellas -incluso con alguna más- eres la mejor madre que tus hijos necesitan. @amparolatre