En los últimos días me he encontrado con dos personas muy distintas que han terminado haciendo algo que no querían -pero que debían-, gracias a un abrazo.
Y no sé de qué me extraño. ¿A quién le amarga un dulce?
Mi amiga no quería pasar por el quirófano. Y aunque no tenía muchas opciones, se resistía. Hasta que se encontró con el abrazo de una de las médicos que la atendía. Saber que la persona que le había dado un poco de cariño en un momento delicado iba estar pendiente de la operación le dio confianza y seguridad para dar el paso.
El domingo por la noche, Sara (4 años) estaba sería. Le leí el cuento, pero seguía seria:
“Es que hoy es domingo y eso quiere decir que mañana es lunes. Tú te irás a trabajar y yo al cole y a mí me gusta cuando estamos juntas todo el día”.
Inicié una charla, desde el plano de las razones y los argumentos, sobre todo lo que de positivo tiene ir al colegio, hasta que me di cuenta de que pasaban los minutos, pero no avanzábamos ni un ápice. Mi peque seguía requeteseria.
“Sara, ¿qué te parece si mañana le digo a tus maestras que te den un par de abrazos ‘extra’ a lo largo del día?”
Fin de la historia. Así fue como superamos el bache del domingo por la noche.
Son solo dos ejemplos, pero podría encontrar unas cuantas situaciones cotidianas con las que he descubierto que son muchos los momentos de bloqueo en las que sólo necesitábamos un poquito de amor para seguir caminando.
Esta mañana mi marido y yo nos hemos levantado más o menos como siempre. Pero mis hijos -que igual que yo se despiertan a tope de energía- estaban con un “plus” de euforia. Y es que, por si no os habíais dado cuenta, hoy es San Valentín.
Yo siempre he sido más de la filosofía de Santi Casanova y de celebrar el amor a diario o sorprender al otro cuando nos lo pida le cuerpo, en lugar de hacerlo porque lo marca una campaña publicitaria. Sin embargo, la cosa ha cambiado radicalmente desde que tenemos hijos. Este año por ejemplo, los tres llevan desde el fin de semana preparando postales y pensando en obsequios para cada uno de los miembros de la familia. Y lo cierto es que es bonito ver cómo se esfuerzan para sorprender al otro, para descubrir con qué cosa o con qué gesto pueden mostrarle cariño. Y eso como madre me gusta mucho. Bienvenida sea la campaña, si saca todo eso de nosotros. Ellos quieren celebrar el amor -hacen bien- y nada les chocaría más que, que su padre y yo no nos sumáramos a la fiesta. Así que, aprovechando que ha venido la abuela a hacer más llevadera una semana que prometía ser un pelín complicada, y en honor a San Valentín, mi marido y yo nos iremos al cine. ¡Feliz día de San Velentín a todos! @amparolatre