El día comenzaba con una advertencia de Sara: “Hoy no salgo de casa ¿eh mamá?”
Una semana más llega el sábado, lo que nos pide el cuerpo es descansar y cada uno lo expresa a su manera. A los mayores les gusta hacer sobremesa después del desayuno y tener un poco de tiempo para “zanganear” en la habitación escuchando música. Pero a Sara lo que le relaja es tener la certeza de que no hay que salir zumbando a ningún sitio.
Después de desayunar se ha puesto sus zapatillas de ballet y se ha pasado la mañana haciendo piruetas por el pasillo. Cuando se ha cansado de la danza, una de sus pasiones, “ha vuelto a quedarse embarazada”. Así que, con zapatillas de ballet y todo, ha dado a luz y ha atendido al recién nacido. Mi benjamina repite continuamente que de mayor será matrona. Experiencia, desde luego, va teniendo.
Cuando nos disponíamos a dormir ese pedazo de siesta con el que sueño de lunes a viernes, Sara ha hecho su segunda advertencia de la jornada: “Mañana tampoco saldré de casa ¿eh?”
Me temo que no será posible complacerla, aunque me gustaría. Hay momentos a lo largo del curso en los que es necesario hacer cura de sueño y de descanso. No sé a vosotros, pero a mí hoy, que no ha dejado de llover en todo el día, nada me apetecía más que quedarme en casa, sin hacer nada del otro mundo.
Este tipo de advertencias, cuando vienen de niños tan pequeños pueden indicar que nos estamos pasando de rosca y necesitamos frenar.
El día ha terminado con un festival casero que Irene y Sara han preparado a lo largo de la tarde. Algo que solo es posible cuando simplificamos la agenda y dejamos que la creatividad fluya al ritmo que ellos marquen. Qué equivocados estamos cuando nos empeñamos en tener plan permanentemente. @amparolatre