Los conocen en redes sociales como IKNU y son los creadores silenciosos de llamativas piezas religiosas que retratan a los más variados santos de la Iglesia Católica. Pero pocos saben quiénes están detrás del taller de arte sacro contemporáneo que les da vida a sus maravillosas obras.
Aleteia conversó con su fundador, Bernardo Ramonfaur Garza, sobre la preparación que se requiere y el secreto espiritual en los proyectos y diseños que hoy decoran ambientes eclesiales en múltiples regiones del mundo, e inspiran la devoción personal.
Originario de Monterrey, Nuevo León, dirige una decena de personas con roles que van desde la creación y producción artística hasta la administración y la comunicación. Juntos buscan “unir la tradición del arte sagrado con el lenguaje visual contemporáneo”.
Los proyectos son tan variados como el tipo de especialización que aplican en ellos: dibujo, grabado, escultura, vitrales, corte láser; pero, además, elaboran vestiduras litúrgicas, objetos religiosos e incluso cirios pascuales.
Consultado sobre el aspecto espiritual y la preparación interior, Bernardo le dijo a Aleteia que es católico practicante y que su trabajo es un “fruto de la fe”. Por ello, “antes de comenzar cualquier proyecto” procura “encomendarlo a Dios con una oración…”.

Admite el artista mexicano que pide ayuda divina y se encomienda en espera de que “el resultado sea para bien”. Detalla que cuando trabaja “sobre la vida de un santo o una advocación mariana”, busca primero conocer su historia y su espiritualidad.
Sin embargo, esta etapa va más alla de la investigación: “Me encomiendo a ellos antes de iniciar”. No obstante, deja claro que no se trata de un proceso ritual ni complicado, “sino de una manera natural y cotidiana de mantener la fe presente en el trabajo”.
“Los sacramentos son parte de mi vida”
Con 43 años de edad, una licenciatura en Artes Visuales y maestrías tanto en Diseño Industrial como en Ilustración y Animación, considera crucial la oración y fundamenta su éxito nada más y nada menos que en la vida sacramental.
“Procuro rezar la Liturgia de las Horas al menos dos veces al día y hacer un breve examen de conciencia por la noche. Mantener los sacramentos es una parte constante de mi vida: la Misa dominical, la confesión, y el esfuerzo diario por vivir con coherencia”, confiesa. Esa vida espiritual sencilla, agrega, “es el fundamento silencioso de todo lo que hago en el taller”.
En efecto, asegura que el trabajo de equipo es para Dios y su Iglesia, por lo que “buscan expresar su fe a través del arte”.
Con respecto al nombre, IKNU es un término compuesto integrado por “Ignuitzin”, una palabra del náhuatl que significa compañero, e “Ignis”, que en latín quiere decir fuego.
De esa unión, explica Bernardo, nace la frase: “Compañero de fuego” como una expresión alusiva “al Espíritu Santo, a Cristo, y a Dios en general”. Por ende, tiene una “fuerza simbólica”; la cual, estiman, aporta “un tono de misterio que invita a la contemplación”.
Nuestro estilo surgió de modo natural

Sobre el curioso estilo visual de IKNU, explicó que se dio de forma espontánea con el paso del tiempo. Si bien, el proceso estuvo salpicado en un principio por la pasión hacia el cómic y los estilos asociados a él; así como por influencias tempranas que “se sumaron a las de muchos artistas de la historia del arte, cuyos trazos, colores y maneras de trabajar” les inspiraron profundamente.
Tras recordar que hacen arte sacro contemporáneo, entendido como “arte al servicio del culto y de la vida litúrgica” tomando como base “los lenguajes visuales de nuestro tiempo”, sostiene que no niega la tradición, sino que “dialoga con ella”.
Por ende, considera que bajo esta óptica es posible “reinterpretar modelos antiguos”, traduciendo “el contenido teológico a formas actuales —ya sea a través de la síntesis, la abstracción o el uso de nuevos materiales y medios”.
Buscamos armonía entre pasado y presente
En cuanto al adjetivo contemporáneo, lo entiende como “arte que se realiza hoy y comunica con las herramientas, las ideas y la sensibilidad del presente”, dejando claro que lo importante no es la técnica “sino la capacidad de hablar al hombre de nuestro tiempo con un lenguaje espiritual”.
En este punto, sostiene que “no se trata de endiosar la novedad”, sino “de estar abiertos a lo actual sin negar la historia, de nutrirnos de la tradición y dialogar con nuestro tiempo, buscando una armonía viva entre pasado y presente”.
Al analizar estos aspectos, Bernardo recuerda que al enfocarse en el arte sacro, bebió en dos grandes fuentes tradiciones de la Iglesia: “La oriental, con su iconografía bizantina llena de simbolismo teológico, y la occidental, la católica romana, más libre y abierta a la exploración”.
“De la oriental admiro su modo de componer las escenas, las expresiones y los plegados de las vestiduras, junto a la teología visual que las sustenta. De la occidental, me inspira su variedad de movimientos y su espíritu de innovación”, menciona.
Su estilo, asegura, “se nutre de ambas corrientes, y en algunas piezas puede verse esa búsqueda de armonía entre lo oriental y lo occidental, o incluso el intento de crear un lenguaje nuevo a partir de ambas”.
Encomendé mi carrera y trabajo a la Virgen María
Como muchos, el joven artista estuvo alejado de la Iglesia, pero volvió . Y fue un regreso lleno de entusiasmo, con “una fe muy viva y sencilla”. Cuenta que en esa época leyó la biografía de san Ignacio de Loyola. Lo que narra después es profundamente conmovedor:

“Me impresionó la escena en la que él entrega su espada a la Virgen de Montserrat como símbolo de conversión. Tiempo después, en una visita a la ermita de Schoenstatt en Monterrey, vi una pequeña imagen de la Virgen en el camino, y recordé esa escena”.
“Yo no llevaba una espada sino un pincel, y lo puse simbólicamente a los pies de la Virgen, como ofreciendo mi vocación artística. Ahora me da cierta risa recordarlo, pero fue un gesto muy sincero: mi manera de encomendarle mi carrera y mi trabajo a María”, compartió con Aleteia.
Una especial devoción a la Estrella del Mar
Bernardo Ramonfaur siente particular cariño por una advocación mariana. “Tengo especial devoción a María, Estrella del Mar. Me atrae mucho su simbolismo, porque representa a la Virgen como guía luminosa en medio de las travesías humanas”.
Recuerda que san Bernardo de Claraval escribió bellamente sobre ella, y sostiene que siempre le ha conmovido “esa imagen de María que no impone, sino que orienta con suavidad, como una estrella que brilla sobre el mar de la vida”.
Por último, el artista mexicano invita a valorar y apoyar el arte sacro contemporáneo. Sostiene que aunque hay muchas personas talentosas con auténtica vocación “no siempre pueden dedicarse a esto, porque no es un camino fácil, sobre todo al inicio”.
En tal sentido, insiste en que “el arte sacro necesita del respaldo de la comunidad para poder crecer, sostenerse y seguir embelleciendo la vida espiritual de la Iglesia”.
“Creo que necesitamos más artistas católicos que se atrevan a representar los misterios divinos con los lenguajes visuales de nuestro tiempo. Y a quienes sienten esa inquietud o vocación, los animo a poner sus dones al servicio de Dios: ¡Cuando uno trabaja para Él con sinceridad, Él sostiene, abre caminos y sorprende!”.











