San John Henry Newman solía ofrecer a quienes pasaban por momentos de dolor y confusión. Hace años, una persona atravesaba una etapa difícil cuando un sacerdote le compartió la “Oración de la Misión”. Aquellas palabras le devolvieron esperanza y renovaron su alegría para vivir cada día con sentido.
Casi una década después, sigue encontrando en esas palabras la misma fuerza y serenidad. Si estas pasando por momentos de soledad y tristeza te recomendamos hacer la siguiente oración.
Oración de la misión:
Dios me conoce y me llama por mi nombre…
Me ha creado para un servicio específico;
me ha encomendado una tarea
que no ha encomendado a nadie más.
Tengo mi misión; tal vez nunca la conozca en esta vida,
pero me será revelada en la otra.
De alguna manera, soy necesario para Sus propósitos…
Tengo un papel en esta gran obra;
soy un eslabón en una cadena, un vínculo
entre personas.
No me ha creado en vano. Haré el bien,
haré Su obra;
seré un ángel de paz, un predicador de la verdad
en mi propio entorno, sin proponérmelo,
si tan solo guardo Sus mandamientos
y le sirvo en mi vocación.
Por lo tanto, confiaré en Él.
Dondequiera que esté,
jamás podré ser desechado.
Si estoy enfermo, mi enfermedad puede servirle;
si estoy perplejo, mi perplejidad puede servirle;
si estoy afligido, mi tristeza puede servirle.
Mi enfermedad, mi perplejidad o mi tristeza pueden ser
causas necesarias para un gran fin
que está completamente fuera de nuestro alcance.
Él no hace nada en vano; puede prolongar mi vida
o acortarla;
Él sabe lo que hace.
Puede quitarme a mis amigos,
puede arrojarme entre extraños,
puede hacerme sentir desolado,
abatir mi ánimo, ocultarme el futuro;
aun así, Él sabe lo que hace…
Permíteme ser tu instrumento ciego. No pido ver,
no pido saber, solo pido ser usado.









