El Papa León XIV, en días recientes, bendijo un bloque de hielo de Groenlandia durante la ceremonia de inauguración de la Conferencia Brindando Esperanza (ANSA) que se llevó a cabo con ocasión del décimo aniversario de la encíclica Laudato Si.
El Papa reaviva el llamado a cuidar la casa común con un gesto profundamente simbólico: bendiciendo un bloque de hielo que se derrite, signo de un planeta que sufre, pero también de una Iglesia que no se resigna.
La Encíclica que cambió la forma cristiana de ver la creación

El bloque de hielo bendecido no es solo metáfora del deshielo polar: es signo del alma humana que necesita reencuentro con la creación y con Dios. El Papa León XIV: “El hielo que se derrite no es una condena, es una súplica. Y si aún se derrite, es porque todavía hay calor en el corazón humano”.
La naturaleza, como dice el Salmo 19, “cuenta la gloria de Dios”. Pero la indiferencia humana ha vuelto muda esa voz. Por lo tanto, el llamado es a redescubrir el asombro ante la creación como un camino de oración.
Después de Laudato Si, la Iglesia pasó de tomar el tema ecológico como algo marginal a un imperativo moral y espiritual. Desde entonces, con paso firme y con apoyo moral de la Iglesia, han surgido interesantes iniciativas como Borgo Laudato Si’, un centro agrícola-formativo ecológico inaugurado recientemente: 55 hectáreas dedicadas a agricultura sostenible, formación vocacional, huertos orgánicos, producción de vino, aceite de oliva, productos locales, entrenamiento para comunidades vulnerables (víctimas de violencia, refugiados, etc.).

El grito de la tierra y el clamor de los pobres
El cambio climático ya no es una predicción futura, sino una realidad que moldea la vida de millones de personas, especialmente de quienes menos responsabilidad tienen en el problema.
Según el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC, 2024), la temperatura global ha aumentado 1.2 °C respecto a la era preindustrial, y podría superar los 1.5 °C antes de 2035 si no se reducen drásticamente las emisiones de carbono.
El 2024 fue el año más caluroso jamás registrado en la historia, con olas de calor en Europa y Norteamérica que superaron los 50 °C en algunos puntos y sequías históricas en el Cuerno de África.
Las pérdidas económicas por desastres climáticos en 2024 se estiman en 380 mil millones de dólares (según World Meteorological Organization), pero el costo humano es incalculable:
- 43 millones de desplazados climáticos (ONU, 2025).
- 9 de cada 10 muertes relacionadas con fenómenos naturales ocurren en países de bajos ingresos.
- El 70% de las personas más afectadas por el cambio climático viven en el hemisferio sur.
¿Qué sucede entonces?
El Papa Francisco ya lo denunció en Laudato Si’ (n. 48): “El deterioro del ambiente y el deterioro de la sociedad afectan de un modo especial a los más débiles del planeta”.
El norte global (EE.UU., Canadá, Europa, China, Japón) genera más del 70% de las emisiones históricas de CO2, mientras que el sur global: América Latina, África, Asia del Sur y Oceanía, aporta menos del 10%, pero sufre las sequías, huracanes, hambrunas y desplazamientos.
- África pierde cada año millones de hectáreas de tierras cultivables por desertificación.
- En Centroamérica, el “corredor seco” ha provocado una crisis migratoria silenciosa.
- En Asia y el Pacífico, los pequeños Estados insulares (Tuvalu, Kiribati) están desapareciendo literalmente bajo el mar.
- En Sudamérica, el deshielo de los glaciares andinos amenaza el acceso al agua potable para millones de personas.
Una lectura desde la fe: cuidar la creación es amar al prójimo
Desde el magisterio entonces, descuidar la creación, jugar con ella, el desequilibrio ambiental en general, no habla solo de una crisis ecológica, sino de una crisis moral y hasta espiritual.
El Papa León XIV lo expresó claramente durante la conferencia Brindando Esperanza “No cuidar la creación es abandonar al hermano. Cada árbol que se tala injustamente, cada río que se contamina es un pobre que pierde su pan, su techo o su futuro”.
El cristiano entonces no puede hablar de amor sin cuidar la casa común. La caridad, dice el Papa, comienza por lo más concreto: el agua que se desperdicia, la energía que se derrocha, la indiferencia ante los que sufren por un clima extremo.
La ecología integral —concepto central de Laudato Si— une lo espiritual con lo social: el grito de la tierra y el clamor de los pobres son el mismo clamor.
Y es que, cuidar la creación no es una moda ecológica ni una agenda política, sino una forma de discipulado. Cuando una comunidad siembra árboles, ahorra energía o limpia su entorno, está practicando la caridad en su forma más elemental y universal.











