La vida está llena de decisiones. Desde que nos despertamos hasta que nos vamos a dormir, decidimos cosas sencillas pero que siempre traen consecuencias. Por eso, entenderemos que para san John Henry Newman, tomar una difícil decisión le hizo perder amigos y familia porque seguir a Dios exige valor.
Nacido en Reino Unido como anglicano
La fe que recibió John en su familia fue la de la Iglesia anglicana, nada más natural para alguien nacido en Londres el 21 de febrero de 1801. Su vocación al sacerdocio y su lúcida inteligencia le permitió más adelante ser un extraordinario pastor, un gran guía espiritual y una persona apreciada en todos los ámbitos en los que creció y se desenvolvió.
Era sacerdote, párroco de santa María y daba clases en Oxford, tenía un reputación impecable como maestro, escritor y teólogo cuando en su interior supo, después de profundizar en las enseñanzas de la Iglesia Anglicana, que había encontrado una gran verdad: el origen de todo era la Iglesia católica romana.
Una difícil decisión
Después de mucha oración y discernimiento, el que le llevó varios años, pues ya desde 1841 escribía que "me encontraba en mi lecho de muerte en lo que respecta a mi pertenencia a la Iglesia Anglicana" tomó una decisión más difícil, pero a la vez, la más importante de su vida: el 9 de octubre de 1845 dejó la Iglesia anglicana y entró en la Iglesia Católica, recibido por el Padre pasionista, Domenico Barberi.
Él mismo escribió:
"Cuando tuve plena confianza en que la Iglesia de Roma era la única Iglesia verdadera, me uní a ella" .
(Historia de mis opiniones religiosas (1841 - 1845) en la Apología pro vita sua).
Como era de esperarse, perdió todo lo que había ganado: su fama, amigos, familia y el respeto de su antigua comunidad - toda su vivencia está recogida en su libro Pérdida y ganancia- .
Sin embargo, él estaba convencido de que valía la pena porque por fin estaba en donde debía: en la verdadera Iglesia fundada por Cristo.

El valor de la conciencia
El santo - que pronto será doctor de la Iglesia - enseñó en sus escritos, pero sobre todo con su coherente vida, que hay que hacer caso a la conciencia, la voz del Espíritu Santo que nos guiará siempre hacia Dios.
Y que, no importando que el mundo esté en contra, siempre optar por Cristo y su Iglesia, será la mejor decisión.











