Los salmos son clamores que le recuerdan a Dios que Él eligió a Israel, pero también es una manera de orar y tocar Su Corazón, recordemos que Él nunca deja de amarnos y espera nuestra conversión sincera.
Orar con los salmos
Y refiriéndonos a la conversión, podemos evocar perfectamente a un autor de los salmos: el rey David - a quien se le atribuye la mayoría de los 150 - , un hombre elegido por Dios para reinar sobre su pueblo y a quien le perdonó muchos pecados, por eso, David cantaba y bailaba para Dios, pero también lamentaba sus faltas.
Por eso, bien podemos orar con nuestras propias palabras, pero hacerlo con los salmos es asemejarnos a David, un hombre con defectos y virtudes, pero que siempre volvía a Dios.
Cada salmo está hecho para tocar el Corazón del Señor: con ellos podemos alabarlo, exaltar su grandeza y su misericordia, pedirle perdón e incluso implorar su justicia.
Así es que, cuando vamos a la santa Misa, cantamos un salmo diferente cada día. Y si oramos en casa, podemos acudir a la Liturgia de las Horas para unirnos a la oración de la Iglesia y elevar nuestras plegarias como hijos del mismo Padre.
Ten tu biblia a la mano
Una manera de comenzar es colocando la sagrada biblia en un lugar visible de la casa, reunirnos un momento antes de irnos a descansar y dirigirnos a Dios para agradecerle lo que nos regaló durante la jornada. Y juntos, recitar cada día un salmo.
Aprovechemos la Palabra de Dios para dirigirnos a Él y pedirle lo que necesitamos a través de la sagrada Escritura. y Él, que nos ama tanto, nos concederá lo que anhela nuestro pobre corazón porque estaremos llegando al Suyo con nuestras plegarias, al recordarle sus promesas.
Podemos comenzar hoy por la noche:
Salmo 8
¡Señor, nuestro Dios,
qué admirable es tu Nombre en toda la tierra!
Quiero adorar tu majestad sobre el cielo:
con la alabanza de los niños y de los más pequeños,
erigiste una fortaleza contra tus adversarios
para reprimir al enemigo y al rebelde.
Al ver el cielo, obra de tus manos,
la luna y la estrellas que has creado:
¿qué es el hombre para que pienses en él,
el ser humano para que lo cuides?
Lo hiciste poco inferior a los ángeles,
lo coronaste de gloria y esplendor;
le diste dominio sobre la obra de tus manos,
todo lo pusiste bajo sus pies:
todos los rebaños y ganados,
y hasta los animales salvajes;
las aves del cielo, los peces del mar
y cuanto surca los senderos de las aguas.
¡Señor, nuestro Dios,
qué admirable es tu Nombre en toda la tierra!











