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3 santos que llevaron la santidad a la cocina

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Daniel Esparza - publicado el 18/09/25
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La próxima vez que te pongas delante de los fogones, recuerda: tu trabajo forma parte de la gran tradición de los santos que llevaron la santidad a la cocina

La cocina, por humilde que parezca, siempre ha sido un lugar donde se unen la fe y la vida cotidiana. Preparar la comida puede ser un acto de servicio, hospitalidad e incluso oración. Algunos santos son recordados no solo por su santidad, sino también por su don para cocinar, convirtiendo comidas ordinarias en momentos de gracia.

1Santa Marta: Servir con amor

En los Evangelios, Marta de Betania es descrita como una mujer afanosa en el servicio, mientras que su hermana María escucha a Jesús (Lc 10,38-42).

A veces se la recuerda injustamente solo por su preocupación, pero la tradición la honra como una mujer de caridad práctica. Marta no solo cocinaba para su familia, sino también para el mismo Cristo, sirviéndole con lo mejor que tenía.

El Catecismo nos recuerda que "la oración y la vida cristiana son inseparables" (CEC 2745), y Marta nos muestra que incluso la tarea de preparar una comida puede ser una oración en acción.

2San Lorenzo: Un cocinero con sentido del humor

Lorenzo, diácono de Roma en el siglo III, es famoso por su caridad: cuidaba de los pobres y los presentaba como los verdaderos tesoros de la Iglesia. También es el santo patrón de los cocineros y chefs.

La conexión proviene de su martirio: la tradición dice que fue asado en una parrilla y, con notable valentía, bromeó con sus verdugos: "Dadme la vuelta, ya estoy hecho por este lado".

Su asociación con el fuego y las parrillas lo ha convertido en un intercesor muy querido por quienes trabajan en cocinas y sobre fogones calientes. Aunque se recuerda su humor, su legado más profundo reside en alimentar a los hambrientos y nutrir la fe de los demás.

3Santa Hildegarda de Bingen: La comida como medicina

La abadesa benedictina Hildegarda de Bingen, del siglo XII, escribió extensamente sobre las propiedades curativas de los alimentos. Para ella, cocinar no era solo una cuestión de sustento, sino también de cuidar el cuerpo y el alma al mismo tiempo.

Recomendaba pan de espelta, hierbas e incluso galletas elaboradas con nuez moscada, canela y clavo para fortalecer el espíritu. Los panaderos modernos a veces recuperan sus recetas, y sus conocimientos anticipan el interés actual por la nutrición holística.

Hildegarda nos muestra cómo los alimentos pueden ser un regalo de la creación, que debe recibirse con gratitud y compartirse con sabiduría.

Cocinar como un acto de fe

Estos santos nos recuerdan que la santidad no está reservada para capillas y claustros. Puede surgir del vapor de una olla de sopa o del crujido del pan en el horno.

Ya sea alimentando directamente a Cristo, sirviendo a los pobres o estudiando el poder curativo de los alimentos, cada santo revela que cocinar es más que una tarea doméstica: es un ministerio de cuidado, comunidad y alegría.

Cuando cocinamos para otros, nos hacemos eco de su testimonio. Una simple comida compartida con la familia, los amigos o un desconocido puede transmitir la calidez del amor de Dios.

Como diría santa Hildegarda, la cocina en sí misma puede ser un lugar de viriditas -el poder de "enverdercer"- , su palabra para referirse al poder vivificante y renovador de Dios.

La próxima vez que te pongas delante de los fogones, recuerda: tu trabajo pertenece a la gran tradición de los santos que llevaron la santidad a la cocina.

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