Joan Ferrès era un monaguillo de 11 años cuando, en medio de la agitación de la guerra civil española, presenció la destrucción de las esculturas religiosas de su iglesia de Olot.

El derribo de las figuras de piedra de los tres santos que custodiaban la fachada del templo y su ruptura en varios pedazos al caer al suelo quedaron profundamente grabados en su retina.
Joan tuvo que interrumpir su servicio a la Iglesia y sus cantos en el coro parroquial. Hoy su hijo Josep relata a Aleteia que el sacerdote que lo dirigía fue asesinado.
Pero ese niño rebosaba arte por todos los poros y no dejó de dibujar en sus cuadernos y de soñar figuras y formas.
Famoso escultor
Con el tiempo se formó como escultor y trabajó para algunos de los famosos talleres de imaginería religiosa de Olot.
Se hizo un nombre en la escultura artística y le encargaron obras para espacios públicos y privados de varias ciudades.

Pero Joan nunca olvidó a los tres santos que de pequeño vio sacar de su lugar en la iglesia: san Esteban, san Valetín y santa Sabina.
Una llamada
Su hornacinas vacías durante décadas le llamaban a volver a esculpir de nuevo sus figuras.
Y tuvo la inspiración de colocarlas en el lugar que les correspondía. Así se lo propuso al párroco, a quien le pareció bien la idea.
El ya experimentado escultor realizó un modelo de las tres figuras y donó su trabajo a su ciudad de Olot.

Largo proceso
Pero devolver las esculturas a su lugar costaba mucho dinero y en aquel momento la parroquia tenía otras necesidades más urgentes.
Primero fue necesario arreglar el tejado de la iglesia. Después reforzar la fachada, realizada con una piedra que se deshace fácilmente.
Finalmente llegó la hora soñada por Joan de devolver a los tres santos a su lugar.
Se realizó una colecta y una comisión parroquial decidió que además de Joan participaran otros dos escultores de Olot.
Sin embargo, el proceso se alargaba y Joan repetía: “No los veré nunca puestos”.
Misión cumplida

De hecho, el año 2020, con 96 años, Joan falleció sin llegar a ver lo que en los años siguientes sí se produjo: la vuelta de las tres figuras de los santos a sus huecos en la fachada de la iglesia.
A pesar de todo, aquel monaguillo tan afectado por el derribo de los santos que trabajó incansablemente por su restitución, mantuvo la fe.
Y hoy desde el cielo sentirá la satisfacción de ver las figuras en su lugar, y la unión eterna a esos tres santos que le acompañaron toda su vida.











