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¿Sabías que san Bernardo añadió palabras a la Salve Regina?

Saint Bernard de Clairvaux
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Philip Kosloski - publicado el 07/09/25
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Según la tradición, san Bernardo de Claraval añadió a la Salve Regina las palabras: "¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María!"

La Salve Regina sigue siendo uno de los himnos y oraciones más populares de la Iglesia Católica a la Virgen María.

Se canta con mayor frecuencia al final de la Oración de la Noche, como parte de la Liturgia de las Horas, así como en diversas fiestas marianas a lo largo del año litúrgico.

La mayor parte de la letra se atribuye al beato Hermann el Cojo, un santo monje que nació con el paladar hendido, parálisis cerebral y espina bífida. Vivió en el siglo XI y compuso la Salve Regina en un monasterio benedictino.

Sin embargo, las últimas palabras de la Salve Regina, tal como se canta hoy, se remontan tradicionalmente a San Bernardo de Claraval.

¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María!

Un artículo escrito para la Revista del Sagrado Corazón ofrece un resumen de cómo se escribieron estas últimas palabras:

E"n Nochebuena [de 1146, San Bernardo] llegó a Spires, [Alemania] y fue acompañado a la catedral por el obispo y el pueblo, en solemne procesión. Y los príncipes del imperio reunidos… recibieron al santo con toda distinción. Al entrar en la [catedral], se entonó la Salve Regina con el mayor entusiasmo. San Bernardo se sintió profundamente conmovido, y al resonar las últimas palabras: 'Después de este nuestro destierro, muéstranos el fruto bendito de tu vientre, Jesús', exclamó el santo: 'O clemens, O pia, O dulcis Virgo Maria' - 'Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María'".

Fue una exclamación espontánea de amor que desde entonces se ha convertido en parte esencial de la Salve Regina.

San Bernardo era un hombre lleno de amor a la Virgen María y no pudo contenerlo cuando oyó resonar el melodioso canto en la hermosa iglesia.

Pasó toda su vida cantando las glorias de la Virgen María y a veces se le llama el "bardo" o "trovador" de María.

La iglesia de Spires tiene estas palabras grabadas en placas de latón colocadas en un lugar destacado del edificio.

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