Al hablar de la discapacidad, la familia y la fe, Rafa puso voz a toda su familia, quienes tienen el privilegio —y también la responsabilidad— de cuidar de Iñigo (o Iñiguete, como ello lo llaman de cariño), un niño que vino para hacerlos reír, sonreír y rezar.
"Desde la semana 20 del embarazo nos trasladamos a una liga especial: la liga de los niños extraordinarios. Un infarto cerebral interrumpió su desarrollo normal, la comunicación entre los ventrículos del cerebro quedó dañada y el líquido cefalorraquídeo comenzó a acumularse en el lado derecho de su cabeza. El pronóstico era incierto: podía no sobrevivir al embarazo, fallecer poco después de nacer o vivir con severas secuelas", explica Rafa. Sin embargo, contra todo pronóstico, el pequeño sigue adelante.

Las dos caras de la cruz

Con Iñigo, Rafa descubrió pronto que la cruz tiene dos caras. Cuenta con sinceridad que cambiar los pañales de un niño de ocho años no es algo apetecible… pero que, en cuanto ve la sonrisa con la que Iñiguete se lo agradece, comprende que la cruz a veces se da la vuelta y te regala besos. Y son esas pequeñas escenas de la vida cotidiana las que van revelando que el sufrimiento no es un callejón sin salida.
Explica que cuando una situación extraordinaria -como la discapacidad- aterriza en una familia, es fácil que el matrimonio se resienta. Puede ocurrir que cada uno se descargue sobre el otro, que se convierta en un ventilador de reproches. Él aprendió, en medio de esa prueba, el verdadero significado de la palabra cónyuges: los que comparten el mismo yugo. Si ambos tiran en la misma dirección, el yugo se hace más llevadero; pero si cada uno tira para un lado, duele y hiere más. Por eso anima a no tener miedo de pedir ayuda. Remarca que, así cómo la lucha contra el cáncer ha normalizado el recurso al apoyo psicológico, en el caso de la discapacidad ese acompañamiento es también absolutamente necesario.
Rafa insiste también en que estos niños son extraordinarios porque sacan lo mejor de cada uno. "Cuando alguien se acerca a un niño con discapacidad, casi siempre se esfuerza por sacarle una sonrisa, aunque sea poniéndole voz de tonto —dice entre risas—. Y es que son niños que han venido a cambiar el mundo".
La misión de ayudar a las familias
Con esa convicción nació la asociación Rescatadores. Porque estos niños, afirma, son auténticos rescatadores: "vienen a salvarnos de nuestras tonterías, de mirarnos demasiado el ombligo, de olvidar lo esencial y de no saber disfrutar el presente".
Pero también son niños “Ferrari”: requieren muchísimos cuidados, atenciones y recursos, lo que supone un gran desgaste para las familias. Por eso "Rescatadores quiere que todos podamos contribuir a hacerles la vida más fácil, tanto a ellos como a las familias que los acogen en casa".
Rafa reconoce, además, que nunca había sido muy devoto de las reliquias: de una piedra, de una estampa; pero añadió que es muy fácil decirlo cuando tienes un santo en casa. Por eso, quiso recordar a todas las familias —y a todas las personas que conocen a una familia con un niño especial, extraordinario— que estos pequeños van derechos al cielo.
"Cuando uno contempla a un niño que no tiene capacidad de hacer el mal, está delante de un santo, alguien que será nuestra gran ayuda cuando llegue a la presencia de Dios".
Al concluir la conversación, quedó flotando una certeza luminosa: Iñiguete, y tantos niños como él, no son una carga, sino un regalo. Un regalo que nos rescata de nosotros mismos, que nos recuerda lo esencial y nos enseña, en lo cotidiano, lo verdaderamente extraordinario: aprender a amar.











