Si bien es cierto que trabajar es una necesidad humana y un ordenamiento divino, también lo es que nada tiene qué ver con castigo ni condena. Junto a ello, el descanso también es necesario y, de igual manera, un ordenamiento divino, que se sigue al trabajo mismo. Testimonio de ello es que Dios, al término de su obra creadora, descansó (cf. Gn 2,2), y no porque estuviera cansado; es decir, agotado, sino porque el descanso, en su exacto sentido, permite la contemplación, la admiración, el gozo y, en nuestro caso, la gratitud.
El Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (CDSI), señala a este respecto:
“El culmen de la enseñanza bíblica sobre el trabajo es el mandamiento del descanso sabático. El descanso abre al hombre, sujeto a la necesidad del trabajo, la perspectiva de una libertad más plena, la del Sábado eterno (cf. Hb 4,9-10). El descanso permite a los hombres recordar y revivir las obras de Dios, desde la Creación hasta la Redención, reconocerse a sí mismos como obra suya (cf. Ef 2,10), y dar gracias por su vida y su subsistencia a Él, que de ellas es el Autor.”
Pero el descanso sabático no es absoluto. Está sujeto al hombre. No se trata de un ‘tiempo muerto’ (pasivo) sino un ‘tiempo vivo’ (activo) dedicado a Dios y a obrar el bien al prójimo. Jesús enseña: “¡El sábado ha sido instituido para el hombre y no el hombre para el sábado!” (Mc 2,27); por eso, la Iglesia instruye, a ejemplo de Jesús, que: “Liberar del mal, practicar la fraternidad y compartir, significa conferir al trabajo su significado más noble, es decir, lo que permite a la humanidad encaminarse hacia el Sábado eterno, en el cual, el descanso se transforma en la fiesta a la que el hombre aspira interiormente” (CDSI, n. 261).
El descanso festivo es un derecho
La Doctrina Social de la Iglesia, tomando como base la anterior enseñanza bíblica, instruye el derecho al descanso en la institución del día del Señor:
“Los creyentes, durante el domingo y en los demás días festivos de precepto, deben abstenerse de trabajos o actividades que impidan el culto debido a Dios, la alegría propia del día del Señor, la práctica de las obras de misericordia y el descanso necesario del espíritu y del cuerpo” (CDSI, n. 2784).
Pero también reconoce que hay personas que, en la práctica, no gozan de este derecho debido a la pobreza material. Por ello, exhorta a las autoridades públicas y a los patrones, a propiciar y garantizar condiciones laborales acordes con la dignidad humana y su consecuente derecho al descanso festivo (cf. CDSI, n. 286 y 301).

¡No te aburras! ¡No te pierdas!
La mercadotecnia y tendencia social actual nos invita a ‘gastar’ el descanso festivo y las vacaciones en diversiones que, si bien es cierto pueden ser lícitas, no siempre nos proveen del necesario descanso.
Vale la pena aclarar que descansar no es, ni de lejos, un paréntesis en la vida de gracia, ni una pausa en la práctica de virtudes; tampoco una tregua en la vida inteligente y consciente; menos aún es aburrido, ni está condicionado a fuertes inversiones económicas. El magisterio de los últimos Papas nos ofrece orientaciones muy útiles para el descanso:
León XIV
“A veces no nos permitimos los mejores momentos. Necesitamos gozar de tener un poco de descanso, con el deseo de aprender más sobre el arte de la hospitalidad. La industria de las vacaciones quiere vendernos todo tipo de experiencias, pero quizá no lo que buscamos. En efecto, todo encuentro verdadero no se puede comprar, es gratuito: sea el que se tiene con Dios, como el que se tiene con los demás, o incluso con la naturaleza. Se necesita solamente hacerse huésped: hacer espacio y también pedirlo; acoger y dejarse acoger. Tenemos mucho que recibir y no sólo que dar"
Francisco
El descanso “es el momento de la contemplación, es el momento de la alabanza, no de la evasión. Es el tiempo para mirar la realidad y decir: ¡qué bonita es la vida! Al descanso como fuga de la realidad, el Decálogo opone el descanso como bendición de la realidad. Para nosotros cristianos, el centro del día del Señor, el domingo, es la eucaristía, que significa 'acción de gracias'. Y el día para decir a Dios: gracias Señor por la vida, por tu misericordia, por todos tus dones. El domingo no es el día para cancelar los otros días sino para recordarlos, bendecirlo y hacer las paces con la vida.
¡Cuánta gente que tiene tanta posibilidad de divertirse, y no vive en paz con la vida! El domingo es el día para hacer las paces con la vida, diciendo: la vida es preciosa; no es fácil, a veces es dolorosa, pero es preciosa. Ser introducidos en el descanso auténtico es una obra de Dios en nosotros, pero requiere alejarse de la maldición y de su encanto”
Benedicto XVI

“(...) en las vacaciones se puede dedicar más tiempo a la oración, a la lectura y a la meditación sobre el sentido profundo de la vida, en el ambiente sereno de la propia familia y de los seres queridos. El tiempo de vacaciones ofrece oportunidades únicas para contemplar el sugestivo espectáculo de la naturaleza, ‘libro’ maravilloso al alcance de todos, grandes y chicos”

San Juan Pablo II
“Uno de los valores de las vacaciones es el de reunirse, estar con los demás de modo desinteresado, por el placer de la amistad y de compartir momentos serenos. Sin embargo, conociendo el espíritu humano y los condicionamientos de la sociedad de consumo, quisiera sugerir, especialmente a los jóvenes, que hagan vacaciones sanas, es decir, que sean de sana evasión, evitando transgresiones perjudiciales para su propia salud y para la de los demás. De lo contrario, se acaba por perder tiempo y recursos, y por volver de las vacaciones tan anheladas sin ningún beneficio. Evadirse puede resultar útil, pero a condición de que no se evada de los sanos criterios morales y tampoco del debido respeto a la propia salud”.














