Recientemente han avanzado varias causas de canonización autorizadas por el Papa, entre ellas la de una mujer que nació con enanismo causado por osteoporosis. Se convirtió en apóstol del "Evangelio del sufrimiento". Anna Fulgida Bartolacelli fue reconocida anteriormente como "sierva de Dios", pero la promulgación del Papa León reconoció sus "virtudes heroicas", elevando su estatus a "venerable", una etapa importante en su causa de canonización.
Su causa necesita ahora milagros verificados por su intercesión para ser declarada "beata" y finalmente "santa".
Una mujer pequeña con un gran corazón
Anna nació en 1928 en un pueblo de Italia y utilizó una silla de ruedas la mayor parte de su vida. Esto se debió a la fragilidad ósea que le causó su enanismo de nacimiento. Su hermana mayor padecía lo mismo. No pudo ir a la escuela, pero aprendió a leer y escribir con sus padres. También asistía a Misa en su parroquia local y participaba activamente en la Acción Católica.
En su biografía vaticana se menciona cómo cambió su vida cuando conoció al beato Luigi Novarese:
"Su vida cambió cuando, en 1956, conoció al Beato Luigi Novarese, que había fundado la Asociación de Silenciosos Operarios de la Cruz, y participó en un curso de ejercicios espirituales organizado en Re (VB) por el Centro de Voluntarios del Sufrimiento. En aquella ocasión tuvo la oportunidad de comprender mejor el valor del sufrimiento a nivel espiritual y sobrenatural y la contribución que cada paciente puede aportar al bien común".
Esto la inspiró a unirse a la Asociación de Trabajadores Silenciosos de la Cruz. Entregaba cada mes su pequeña pensión de invalidez al Centro de Voluntarios del Sufrimiento.
Amor por María
También tenía una profunda vida interior, alimentada por la Misa, la adoración y la Liturgia de las Horas. Anna podía tener una capilla en su casa para la oración personal. También tenía un gran corazón para los demás, junto con un amor por Nuestra Señora, como relata la biografía del Vaticano:
"El amor a la Virgen era también constante, y peregrinó varias veces a Lourdes. Era generosa con quien necesitaba ayuda material y sobre todo espiritual, sabiendo escuchar con paciencia y comprensión".
Su salud se deterioró a medida que envejecía y murió el 27 de julio de 1993.
Anna es una inspiración para muchos, especialmente para los que nacen con problemas médicos que les llevan a un sufrimiento crónico.


