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La lira vaticana: el viaje de una moneda antes del euro

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Daniel Esparza - publicado el 02/07/25
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La lira vaticana nació en 1929, después de la firma de los Tratados de Letrán entre la Santa Sede y el Reino de Italia

Mucho antes de que la Ciudad del Vaticano adoptara el euro, ya contaba con su propia moneda: la lira vaticana. Aunque no valía más que la lira italiana en el bolsillo, albergaba algo mucho más perdurable: historias de fe, arte y la silenciosa afirmación de un estado soberano de su misión única en el mundo.

La lira vaticana nació en 1929, tras la firma del Tratado de Letrán entre la Santa Sede y el Reino de Italia. El tratado reconoció al Vaticano como estado independiente y le permitió acuñar sus propias monedas. Desde el principio, la lira vaticana estuvo vinculada a la lira italiana. Ambas monedas circularon indistintamente, pero las monedas emitidas por el Vaticano lucían el rostro del Papa y escenas de la vida de la Iglesia.

No había billetes del Vaticano, solo monedas, y éstas se convirtieron en pequeñas embajadoras de la fe. Los diseños abarcaban desde los perfiles solemnes de Papas como Pío XII y Juan Pablo II hasta intrincadas representaciones de escenas bíblicas, la Virgen María o símbolos del Espíritu Santo. Inscripciones en latín se curvaban en los bordes: Città del Vaticano, FidesPaxSpes.

Más que una moneda de curso legal, estas monedas eran una declaración de identidad. Representaban una ciudad-estado sin ejército permanente, sin rutas comerciales ni poder económico, solo una misión espiritual. En ese sentido, la lira vaticana tenía un peso que superaba con creces su valor monetario.

Apreciado por los coleccionistas

Dado que el Vaticano acuñaba cantidades limitadas cada año, a menudo en series conmemorativas, las monedas se convirtieron rápidamente en objetos de colección. Una simple moneda de 500 liras de la década de 1980, con la imagen de la Basílica de San Pedro y una paloma de la paz, podría valer solo unos pocos euros hoy en día, pero para muchos, es un recuerdo de una Iglesia que comunica incluso a través de los detalles más pequeños.

En 2002, la lira vaticana se retiró con la llegada del euro. Pero la Santa Sede no abandonó su tradición numismática. Gracias a un acuerdo monetario especial con la Unión Europea, la Ciudad del Vaticano emite ahora sus propias monedas de euro, cada una con el Papa actual en una cara y símbolos europeos en la otra. Estos euros vaticanos son de curso legal en toda la eurozona, pero se acuñan en cantidades tan limitadas que pocas llegan a circular diariamente.

Y así continúa la tradición: imágenes sagradas, grabadas en metal, transmitidas de mano en mano. En la era de los pagos digitales y las monedas invisibles, las monedas del Vaticano aún dan testimonio de una verdad que la Iglesia siempre ha conservado: que incluso en la economía, la belleza y el significado pueden coexistir.

Tanto para coleccionistas como para peregrinos, la lira vaticana es más que una reliquia del pasado. Es un sutil recordatorio de que la santidad puede dejar huella en lugares inesperados, incluso en el brillo de una moneda.

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